A mano alzada

Duque, la ambigüedad y la JEP

Fernando Barbosa
24 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

El título del discurso que pronunció Ôe Kenzaburo al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1994, fue “Japón, lo ambiguo y yo”. A finales de mayo de 1993, durante la reinauguración de la División Oriental de la Biblioteca Pública de Nueva York, había leído otro, “Japón, la indecisión y yo”, que apareció en el Magazín Dominical No. 608 de El Espectador del 8 de enero de 1995. En este último texto Ôe, al referirse a la también famosa intervención de Kawabata en Estocolmo, “Mi bello Japón y yo” (1968), escribía:

“Quizás debería también decir que fue indeciso. Vago, ambiguo e indeciso. Estas son apenas tres de las traducciones del adjetivo japonés aimai-na. En un gran diccionario japonés-inglés, aparece la siguiente lista de equivalentes: vago, ambiguo, oscuro, equívoco, indeciso, dudoso, cuestionable, sospechoso, no comprometedor, indefinido, anieblado, doble y de dos caras. He traído esta larga lista para mostrar que el japonés tiene a la mano este sólo adjetivo —aimai-na— para ser usado en múltiples situaciones. Y esto, en mi opinión, es una evidencia de que los japoneses son una gente que habla un lenguaje verdaderamente sutil y complejo”.

El asunto, sin embargo, es más universal de lo que pretende Ôe. En 1930 apareció el libro Siete tipos de ambigüedad de W. Empson que comienza con esta aproximación: “Una ambigüedad, en el lenguaje común, significa algo muy pronunciado, y por regla general ingenioso o engañoso. Propongo usar la palabra en un sentido extendido, y consideraré relevante para mi tema cualquier matiz verbal, aunque sea leve, lo que da lugar a reacciones alternativas a la misma pieza de lenguaje” (Empson, 1949:1). Pero el tema no es novedoso. Una mirada hacia atrás puede llevarnos muy lejos. Dos obras de Platón a la mano podrían citarse: El sofista (250-259) y Gorgias (482c–484c).

Las dificultades se extienden más allá del lenguaje y tocan los conceptos. E. J. O'Boyle considera lo siguiente refiriéndose a la justicia social (Logos, 14:2): “La justicia social es un concepto ampliamente utilizado pero con diferentes significados para diferentes usuarios. Hace 50 años, Raymond Jancauskas observó que el concepto es «vago y mal definido». 30 años más tarde, William Waters agregó que es «un término muy útil pero ambiguo». 20 años después del comentario de Waters, Rupert Ederer afirmó que la justicia social ha sido reducida a «simplemente un eslogan»”.

Por eso, argüir falta de precisión en las normas y afirmar que la ambigüedad puede corregirse con ambigüedad no parece un argumento defendible. La posibilidad de tener normas claras, precisas, completas, perfectas, es solo una ilusión. El lenguaje jurídico, el social, el filosófico, el conceptual, esquivan lo absoluto. De ahí la utilidad de la hermenéutica jurídica. Ahora, si alguna vez se llegaran milagrosamente a expedir leyes que no admitieran interpretaciones, ahí sí ocurriría el cambio: podríamos deshacernos de los abogados y los jueces y reemplazarlos por computadoras.

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