“No me gusta que miren por detrás”, declaró la imponente caleña que supo acercarse tanto al pueblo, como a las élites. Cercana amiga del expresidente Alfonso López Michelsen, del exfiscal general Alfonso Gómez Méndez y del exgobernador de Antioquia Jaime R. Echavarría, ‘La Ronca de Oro’ vivió entre el poder y sus seguidores durante una larga carrera de éxitos. Tal vez fue su pasión por el tango, expresión arrabalera por excelencia, la que la mantuvo siempre enlazada con la gran audiencia. O tal vez fue su acertada interpretación de las vivencias comunes la que la mantuvo con tal conexión. En cualquier caso, Señor, María de los guardias y De siete a nueve la consolidaron como la voz femenina del despecho y sus versos quedarán rondando, hoy y para siempre, en la memoria del país. Por mucho tiempo se seguirá entonando, junto con su grave voz: “El tiempo que te quede libre,/ si te es posible,/ dedícalo a mí”.
La cantante vallecaucana murió el lunes. Un paro respiratorio le quitó la vida a sus 77 años en la Clínica Valle de Lili, en Cali. La excelencia de su obra, sin embargo, y como suele suceder con los grandes artistas, la mantendrá con nosotros. Fue tal el talento de Helenita —diminutivo que contrastó todas las veces con la fuerza de su voz—, que José Alfredo Jiménez, uno de los cantautores mexicanos más reconocidos, al oír la interpretación de una de una de sus composiciones, buscó a ‘La Ronca de Oro’ y no escatimó elogios. Pasaste a la historia, sin embargo, no fue la única interpretación que le valió reconocimiento. Las canciones del famoso Agustín Lara quedaron también impregnadas por su forma de cantar, de la misma manera que lo hicieron, en su polifacética carrera, tangos, boleros y rancheras, y ella lo sabía: “Yo no tengo una gran voz, pero tengo un estilo que es único (...) A ratos pierdo un poquito el compás, pero llego a tiempo”, le dijo hace dos años a Jorge Alfredo Vargas, también su amigo, durante una entrevista.
El miércoles fue su entierro. Su hija, Pilar Ibarra, pronunció con fuerza la estrofa de la carta que escribió ‘La Ronca de Oro’, hace 20 años, a un amigo: “La vida se nos va rápido y no es posible someternos a un mar de recuerdos que, por hermosos que sean, no dejan de ser eso, recuerdos. Hay que vivir más, acompañarnos más, compartir más y repetir que la vida es una sola”. Y, sin duda, Helenita fue vida. “Ella no hubiera permitido que se derramara en su nombre una lágrima”, dijo su amigo Alfonso Gómez Méndez, durante el sepelio. Así, entre cartas, discursos, música y caras tristes, pero poco llanto, la reina del despecho fue despedida en la iglesia San Fernando Rey, cuyos alrededores se llenaron de seguidores que buscaban darle el último adiós.
La cantante Liliana Montes y el músico Roberto Gómez la acompañaron con sus canciones: Golondrina, Momentos y Mi huella. Pero lo más conmovedor, aseguran quienes presenciaron las marchas fúnebres, fue escuchar una grabación en voz propia de la artista, interpretando Soy Helenita Vargas, con la que ella abría sus conciertos: “Soy caleña y muy señora/ orgullosa colombiana,/ cantando vals y rancheras/ nadie conmigo se iguala”. Y tenía razón. El país no podrá reemplazar jamás a la dama del despecho. Por fortuna, a su música no tendrá que dejarla ir.