Algo avanzamos, aunque falte mucho

* El Espectador
28 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.
"Con sus problemas y sus deudas históricas, pero con una voluntad de hierro y un electorado que hizo presencia, la democracia colombiana ha salido fortalecida de esta elección”. / Foto: Archivo
"Con sus problemas y sus deudas históricas, pero con una voluntad de hierro y un electorado que hizo presencia, la democracia colombiana ha salido fortalecida de esta elección”. / Foto: Archivo

Colombia parece haber votado contra el radicalismo político. Leyendo a ojo de águila un mapa electoral que todavía no está del todo resuelto al cierre de esta edición, la conclusión esperanzadora es que hay una ciudadanía despierta y activa, que no compra tan fácilmente los discursos manipuladores y se enfrenta a las maquinarias. Por supuesto, también son preocupantes los clanes que se acaban de reafirmar en el poder regional; pero algo, aunque estemos lejos, ha venido cambiando en la cultura política colombiana. 

Nos suscribimos al mensaje enviado por el registrador nacional del Estado Civil, Juan Carlos Galindo, quien dijo que “han sido las elecciones territoriales más pacíficas de los últimos años. Los colombianos pudieron votar en todos los puestos de votación”. Sin embargo, ese mensaje no puede ignorar dos realidades. La primera es que el camino hacia estas elecciones fue tortuoso, al punto que políticos sugirieron la idea de suspender elecciones en algunas zonas del país (y el partido de Gobierno consideró nombrar alcaldes militares en las “zonas rojas”). El asesinato de candidatos de diversas ideologías, sumado a los cientos de líderes sociales que han sido aniquilados en estos años, hace cuestionarse el término “pacífico”. ¿Podemos, de verdad, decir que los colombianos en las regiones más azotadas por la violencia votaron en paz?

Lo segundo es que el mismo día electoral hubo varias señales de constreñimiento al elector. Desde las denuncias contra el Clan del Golfo en Córdoba, pasando por los múltiples pueblos que enviaron reportes de intentos masivos de compra de votos. No fue una elección libre de presiones y vimos las malas prácticas de siempre intentando influenciar. El reto sigue siendo muy grande. 

Sobre eso último, es importante poner la lupa sobre los clanes y figuras caudillistas que siguen mandando sin ningún tipo de contraposición en sus regiones. ¿Qué debe hacerse para democratizar esas zonas y para que no se repitan las historias de siempre?

Claro, hay hitos. Que Claudia López sea la primera alcaldesa de Bogotá, el segundo puesto con más poder en el país, es un momento que la historia recordará. La capital de Colombia, al encargar sus riendas a una mujer abiertamente lesbiana, que se ha hecho a pulso y construyó su carrera sobre las denuncias anticorrupción, envía un mensaje inequívoco. El segundo puesto de Carlos Fernando Galán, venciendo de lejos tanto las maquinarias de los partidos tradicionales como las del petrismo, habla de un electorado cansado de las votaciones en bloque y de los personalismos en la gestión pública. 

También sorprende Antioquia. La derrota apretada del uribismo en su casa, donde estuvo el fortín del No, y la apuesta por las alternativas políticas son hechos que merecen reflexión y estudio. 

En todo caso, lo evidente es que la democracia colombiana ha salido fortalecida. Con sus problemas y sus deudas históricas, por supuesto, eso es innegable, pero con una voluntad de hierro y con un electorado que hizo presencia. Hay que seguir cultivando esa semilla. 

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