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Paranoia y mediación

DESPUÉS DE QUE EL EJÉRCITO COlombiano protagonizara el rescate de los 15 secuestrados en poder de las Farc, sin recurrir a la violencia ni a la mediación,  los escenarios que posibilitan el intercambio humanitario y la posible negociación de una salida pacífica al conflicto se hacen más estrechos.

El Espectador
07 de julio de 2008 - 10:09 p. m.

Si bien el debilitamiento de las Farc que refleja la ‘Operación Jaque’ puede significar que una posible negociación está más cerca, analizado con mayor reposo, las bases del éxito del operativo son también las premisas que llevan a que la figura de la mediación como vía de acercamiento, en adelante, sea una opción de difícil acceso.

El propio ministro de la Defensa, Juan Manuel Santos, le aclaró al periódico francés Le Figaro que si bien el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, y el candidato republicano a la Presidencia, John McCain, conocían de la operación y permitieron el uso de equipos de rastreo instalados en los helicópteros, la misma fue “ciento por ciento colombiana, pensada por colombianos y ejecutada por colombianos”. Lo que implica que las otras estrategias, diplomáticas y mediáticas, desplegadas al mismo tiempo para liberar a los secuestrados, estuvieron, sin saberlo, al servicio de la operación.

Es así como la opinión, para empezar, ayudó en la construcción de la figura de un Alfonso Cano que por su nivel educativo estaría más abierto al diálogo y el intercambio humanitario que su antecesor, al tiempo que la misión franco-suiza, autorizada por el Gobierno para contactar a las Farc, pasó de ser una coincidencia temporal a convertirse en un buen pretexto para generar confianza entre los guerrilleros que mantenían en cautiverio a los secuestrados. Lo mismo ocurrió, para terminar, con la elección del uso de los helicópteros y la forma como astutamente se los camufló en colores y señales que le pertenecen a las ayudas humanitarias.

La desconfianza frente a los mediadores también crece de parte del Gobierno colombiano, que ahora exige explicaciones a Suiza, por ejemplo, por  el manejo de dineros con las Farc por parte del facilitador, Jean Pierre Gontard, al parecer en una transacción, no con fines humanitarios, sino para el pago del rescate de dos empleados de una multinacional de medicamentos  que estaban secuestrados por ese grupo guerrillero.

En adelante, por obvias razones, el camino de la mediación estará minado por la completa desconfianza de las Farc ante cualquier intento de acercamiento por parte del Gobierno colombiano y los países amigos u organismos internacionales autorizados para entablar un contacto directo. Y, a la vez, el gobierno del presidente Uribe estará reacio a dar vía libre a facilitadores que puedan ir más allá del límite de sus atribuciones. ¿Quiere esto decir que el camino de la mediación está definitivamente agotado y que la única vía, como lo dejó entrever el Comisionado de Paz ayer, es la negociación directa? Puede ser, pero para llegar a una negociación directa, dadas las condiciones de desconfianza actuales, parece evidente que se sigue necesitando una mediación y el punto está en encontrar, con realismo, la que genere menos paranoia de lado y lado.

El provincial  discurso de las Farc frente a los organismos internacionales hace de entrada difícil pensar en ese camino. La OEA, para poner un ejemplo, ha sido considerada como una especie de  “emanación del imperialismo yanqui”. Su participación en el proceso de paz con los grupos paramilitares, a su vez, juega en detrimento de su uso como instancia negociadora.

Lo mismo ocurre con algunos países amigos. Durante el gobierno del presidente Pastrana quedó claro que Cuba, pese a los llamados de Fidel Castro, es un interlocutor menos válido ante las Farc de lo que  posiblemente sí lo sea ante el Eln. Por su parte, los casos de Venezuela y Ecuador, aunque aparentemente próximos a las Farc, repercutirían en una pérdida del control por parte del Gobierno, que éste, no sin razón,  no está dispuesto a entregar.

Quizás sería útil, entonces,  expandir las posibilidades hacia los gobiernos latinoamericanos que, si bien pertenecen a la izquierda, se mantienen en un centro ideológico que los hace menos radicales. Los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina, y de Michelle Bachelet, presidenta de Chile, por no disponer de fronteras con Colombia que generen mayores fricciones, podrían ser una opción que habría  que estudiar.

En lo interno, a la vez, tras las acusaciones de vínculos con las Farc por parte del Gobierno a quienes han contribuido a esa misión, los espacios parecerían quedar reducidos a lo que pueda lograr la Iglesia Católica con su presencia regional y su neutralidad.

Ahora bien, el mediador, cualquiera sea su naturaleza, tiene espacio para actuar en el contexto de una propuesta de paz. La idea del mediador sólo es viable cuando las partes desean negociar. Si el gobierno del presidente Álvaro Uribe, tras los éxitos recientes, no hace de la propuesta de paz que lanzó la noche de la ‘Operación Jaque’ una misión de paz y no de rendición y si las Farc se mantienen indiferentes frente la posibilidad del diálogo, de nada entonces serviría una mediación.

Por El Espectador

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