Publicidad

Un grito por la libertad

En medio del ambiente de polarización e intolerancia que vive el país por estos días -que ha llegado ya a niveles insoportables y cuyas consecuencias ojalá no lleguen a resultar fatales como tantas veces en el pasado-, la convocatoria a la marcha de este lunes se ha convertido en otro punto de discordia nacional, antes que en una linda oportunidad para que la sociedad unida salga a dar un grito de rechazo unánime a ese delito contra la humanidad que es el secuestro. Por el camino de la manipulación política de los agitadores, la voz espontánea de los ciudadanos parece abocada a tener que alinearse con Uribe o con las Farc, como si esa fuera la dicotomía en la que se debate nuestra suerte.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
El Espectador
06 de febrero de 2008 - 09:49 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Es inconcebible que la división de los espíritus pueda llegar al punto de desvirtuar o desviar con propósitos mezquinos la protesta de este lunes. Y, si bien respetables, resultan bastante peregrinos los argumentos que se esgrimen en este debate insulso.

La marcha fue convocada desde el comienzo en la internet como un rechazo espontáneo a las Farc. Ni más ni menos. Eso es absolutamente cierto, pero lo que no se puede es extrapolar la convocatoria del momento en que surgió y de los sentimientos que generaron la respuesta masiva de los internautas: la indignación e impotencia de los ciudadanos con las noticias descorazonadoras que llegaron de la selva en los últimos meses sobre la situación infrahumana en que sobreviven los secuestrados por las Farc.

Caracterizar esta protesta como un apoyo al presidente Uribe y la prevalencia de la solución militar es una interpretación errónea y barata de ese sentir ciudadano. Como también lo es considerar que al rechazar a las Farc por su cinismo y sus actos atroces se le cierran las puertas a la posibilidad de avanzar hacia un acuerdo humanitario. Una eventual negociación con ese grupo que permita la libertad de los cautivos no significa en modo alguno ser condescendiente con el secuestro.

Tampoco se es complaciente con las atrocidades que cometen otros grupos e incluso fuerzas estatales al poner el foco sobre las Farc. Según estadísticas de País Libre, por ejemplo, hay en la actualidad 279 personas secuestradas por grupos paramilitares, de manera que ciertamente este no es un delito exclusivo de las Farc. Pero el foco está hoy sobre ellas sencillamente porque han sido las voces de sus secuestrados las que nos han estremecido hasta lo más profundo en los últimos días. Por eso es que estamos en estas.

La futilidad de los argumentos, pues, es evidente. Pero cualquier papel que quiera jugar la ciudadanía para aliviar la crudeza de nuestro conflicto, tiene que comenzar por generar un ambiente de tolerancia a la diferencia. Qué importa si algunos van a la calle en favor de la política de seguridad democrática, otros por el acuerdo humanitario y unos más a expresar su rechazo pleno a las Farc y sus métodos de guerra, si al final unos y otros salimos a demostrar el hastío de esta sociedad con el secuestro. ¿Es muy difícil ponerse de acuerdo en algo tan sencillo? Ante la insólita división que ha provocado esta convocatoria y sean cuales fueren las percepciones particulares sobre la misma, invitamos a todos a salir a las calles este lunes a gritar por la libertad de todos los secuestrados y la proscripción de este delito contra la humanidad, como un primer y elemental punto de encuentro.

Por El Espectador

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.