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Cosas serias se le oyen decir al comandante según la revelación que emitió Blu Radio ese día: desde la planeación de atentados contra torres eléctricas en municipios de Colombia hasta la orden de que la guerrilla infiltrara algunas de las recientes marchas ciudadanas.
¿Cosas nuevas? No mucho. Nada, de hecho. “En ningún momento estamos diciendo que no se dejarán las armas”, se le oye supuestamente decir en varias conversaciones interceptadas por cuerpos de inteligencia del Estado colombiano. Que al parecer se va para Caracas, Venezuela, a hacer algo. O que planeó un atentado de esos que organizan las Farc para hacer presión sobre su anhelo de tener una asamblea nacional constituyente. Nada nuevo. Las Farc, tan leguleyas y sanguinarias como siempre, repiten sus discursos y sus hechos que ya harto hemos padecido durante cinco décadas. Por eso es que se necesita hacer la paz con ellas. ¿No?
Por más que este diario haya sido crítico del accionar despiadado de las Farc, no deja de sorprendernos que este tipo de filtraciones tengan algún tipo de efecto sobre la opinión pública. ¿En qué clase de traición al proceso de paz incurre la guerrilla al tener a un jefe que planea atentados y que quiere ejercer presión sobre el Gobierno? Es cierto, las Farc son crudas. Su accionar criminal está muchísimo más allá de los supuestos ideales que dicen defender y colma la paciencia que sigan insistiendo en actos terroristas. Es cierto, las Farc son cínicas, siempre lo han sido: cada vez que pronuncian una declaración altisonante, en tono justiciero, esperan que la sociedad olvide el mal que han hecho. Es cierto, las Farc tienen una forma distinta a la del mismo Gobierno para aproximarse al proceso de paz que negocian con él.
Todo eso es verdad. La pregunta, sin embargo, reside en qué tiene esto de nuevo. O mejor: ¿qué esperaríamos que dijera en sus conversaciones privadas un líder guerrillero, con tropa, que debe mantener una línea de mando frente a sus comandados? ¿Pretendemos que salga a decir cosas contrarias a las que se revelaron? ¿Órdenes de que no haya más violencia, acaso? ¿Dejación anticipada de las armas? En un escenario ideal, bienvenido del todo, pero en un escenario de negociación en medio de la guerra, sencillamente irreal.
Porque cierto es también que este país sigue en guerra. Esa fue una condición —inteligente, por demás— para darle inicio a todo este asunto de negociar la paz: el cese al fuego no sería una condición durante el desarrollo del proceso en la mesa. Que la guerrilla siga con sus actos criminales denigrantes, dando de qué hablar y generando una opinión desfavorable en la ciudadanía. Lo hace. No se justifica la cosa, pero sí se explica. Y esto es necesario para entender el buen desarrollo del proceso de paz.
Hay que hacer caso a la sugerencia del presidente Juan Manuel Santos, tomada del gran Nelson Mandela: lo importante es lo que pasa en la mesa, no lo que sucede fuera de ella. Y allí ha habido avances significativos, aun cuando falte todavía mucho; ya respecto al tercer tema de discusión, las drogas ilícitas, las partes anunciaron este jueves que tienen un preacuerdo.
Por supuesto que las palabras de Timochenko deben generar indignación. Pero no representan nada nuevo dentro de esta guerra cruda y sanguinaria. Antes bien, son una muestra más de por qué hay que lograr un acuerdo de paz.