Ya superado el fervor electoral, no podemos dejar pasar una noticia lamentable que se supo hace semanas y que demuestra la ambivalencia nacional con los deportistas: el final del Team Colombia, equipo de ciclismo. Después de un esfuerzo que duró cuatro temporadas, con un costo de tres millones de euros cada una, parece paradójico que el equipo colombiano se desmantele justo en el mejor momento histórico del ciclismo de nuestro país. No hay dinero, dice el Gobierno. Tampoco hay patrocinadores en el ámbito privado. Malos manejos, denuncian algunos conocedores. Así de poco nos interesan los atletas.
La baja en el presupuesto de Coldeportes, principal patrocinador del equipo, culpa de las vacas flacas que vive el país en sus finanzas, era esperable, especialmente porque la cultura y el deporte son los primeros que sufren cuando hay que apretar el presupuesto nacional. Lamentable falta de valoración del aporte que estas áreas le dan al país, pero nada nuevo. Lo triste de este caso, más allá del recordatorio a todos los deportistas colombianos de que el apoyo del Estado no es constante, es que la clausura del Team Colombia haya llegado después de varias denuncias preocupantes sobre el funcionamiento del equipo que, de ser ciertas, indicarían que mucha de la inversión que debería ir para los deportistas se desvió para enriquecer a otros.
La inversión no era despreciable: tres millones de euros anuales mostraban el compromiso acertado de querer construir una infraestructura de cultivo de ciclistas. Nairo Quintana y Rigoberto Urán son señales de que hay talento de sobra en nuestro país, y el Team Colombia lo demostró ayudando a Esteban Chaves, Darwin Atapuma y Jarlinson Pantano, por nombrar algunos que mostraron su calidad en el ciclismo mundial. El equipo era la única formación suramericana de categoría Pro Continental y logró 11 victorias.
Sin embargo, muchas voces se preguntaban por la falta de criterios para medir el desempeño del equipo. Las victorias, bien recibidas, no permiten saber cuál era el plan concreto para crear una estrategia de entrenamiento para nuevos talentos. La residencia en Italia, en condiciones inadecuadas —según miembros del equipo—, también causó justa desconfianza, así como fue inaceptable la demora en el pago a los deportistas. Si bien el Team Colombia se desarmó por la falta de presupuesto, la autopsia parece indicar que ya estaba quebrado por dentro. No en vano Nairo Quintana dijo la semana pasada que “el equipo no se acabó porque el dólar estaba costoso”. ¿Así es como pretendemos decirles a los jóvenes colombianos que en el deporte hay una alternativa de vida viable?
Ya hemos dedicado muchas palabras en este espacio a explicar por qué es deseable que Colombia les apueste a sus deportistas. Los triunfos de nuestros atletas, tan rentables para los discursos políticos, no se están viendo representados en mejores inversiones y, sobre todo, en planes inteligentes para su desarrollo.
Con los Juegos Olímpicos en vísperas —Coldeportes dice que allí se concentrará la inversión del país—, no podemos más que lamentar la falta de visión. Queda el amargo sabor de que nuestro talento está condenado a ganarse todo con las uñas.
No es culpa, por supuesto, de un solo dirigente, sino de una cultura que no se ha tomado en serio la inversión en el deporte. Nos hará falta ver a los escarabajos del Team Colombia rodar por Europa el año entrante. Ojalá algún día regresen, y que les paguen a tiempo y que sean el único objetivo de cualquier inversión.
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