Buen viento y buena mar al nuevo presidente

Si el nuevo presidente se resiste a los incentivos al frente para moverse a un extremo y mantiene su discurso de unión, puede ser una administración muy provechosa para el país. / Foto: SIG

Empiezan los cuatro años de gobierno del presidente Iván Duque en medio de una oportunidad histórica para consolidar el sueño de una Colombia moderna, transparente y reconciliada. Si se resiste a los incentivos que tendrá al frente para moverse a un extremo y mantiene su discurso de unión, puede ser una administración muy provechosa para el país.

Los retos son gigantes. El presidente Duque recibe una economía en recuperación, pero todavía muy golpeada por la crisis del petróleo, un consumo reducido, grandes pendientes como la reforma pensional y una desigualdad muy alta, lo que representa un obstáculo directo para la inversión estatal. Además, la situación del país a lo largo y ancho está muy complicada. Los asesinatos de líderes sociales, la clara ausencia del Estado en territorios dominados por el narcotráfico y el recrudecimiento de los enfrentamientos con las bandas criminales y las guerrillas que aún operan hacen complicado hablar de posconflicto. Esto, sin siquiera entrar a mirar los detalles de las reformas que el país necesita en distintas áreas.

Todo lo anterior lo debe enfrentar en medio de un país dividido, con mayorías débiles en el Congreso y una oposición robustecida y envalentonada por los resultados de las pasadas elecciones. Abundan los discursos radicales, de lado y lado, que no ven posibles los diálogos productivos y que prefieren sabotear a Colombia antes que construir sobre lo avanzado.

Por eso han sido tan refrescantes las decisiones que ha tomado hasta ahora el nuevo presidente. Su gabinete, lleno de personas que conocen los temas sobre los que van a tomar decisiones, salvo algunos reparos que ya hemos mencionado, prometen pensar primero en el beneficio del país antes que en favores sectarios.

En entrevista con El Espectador, la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez dijo que “una cosa es el Centro Democrático, partido del presidente Duque, que valoramos, respetamos y que será fundamental para nosotros, pero otra es el Gobierno”. Este mensaje, que trae consigo una promesa, es la actitud más adecuada para hablar de reconciliación y en verdad representar a todos los colombianos.

Hablando de Ramírez, celebramos que haya dicho que “no podemos dejar que la llegada de una mujer a la Vicepresidencia pase sin pena ni gloria. Vamos a lograr que haya una política pública efectiva que incluya a la mujer, que garantice su igualdad. Tenemos que promover a la mujer, desarrollarla, impulsarla, capacitarla, empoderarla económica y políticamente”. Si logra traducir esa intención en programas tangibles y eficientes, podrá ser de mucha ayuda para tantas mujeres que vienen exigiendo una solución a las causas estructurales de la desigualdad.

El nuevo presidente debe entender que enfrenta una oposición fuerte y hostil por representar al uribismo que, hay que decirlo, ha promovido en varias ocasiones, y sin asomo de arrepentimiento, discursos excluyentes y violentos. Si los líderes de la oposición recurren a las tácticas obstruccionistas, que son tan comunes en Colombia, haría bien el Gobierno en no permitir que eso lo lleve a perder el norte de inclusión que ha trazado para irse también hacia los extremos.

Duque viene defendiendo la institucionalidad y la idea de gobernar sin espejo retrovisor. Si lo cumple, y ayuda a que Colombia siga erradicando la corrupción y consolidándose como un Estado respetuoso de su democracia, con una cultura política productiva, puede hacer un excelente gobierno y todos saldremos beneficiados. Buen viento y buena mar al nuevo presidente.

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