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Cambio de enfoque

En cualquier momento el presidente de la República, Juan Manuel Santos, va a cambiar a algunos miembros de su gabinete ministerial, que el lunes pasado presentó su renuncia formal.

El Espectador
05 de septiembre de 2013 - 11:09 p. m.

Va a mover sus fichas, como se dice coloquialmente. Las acomodará, por supuesto, para darse un respiro en términos de gobernabilidad e imagen pública. Al momento en que escribimos estas líneas es incierto el resultado.

Sin embargo, rumores y predicciones sí se oyen. Uno de los candidatos más obvios para la salida, pese a que se siente tranquilo, como dijo hace poco, es el ministro de Agricultura, Francisco Estupiñán, quien está en el ojo del huracán desde que el paro agrario empezó hace un par de semanas. Los cuestionamientos por la débil e histórica política en el campo le cayeron a él. Y por eso, por una cuestión de responsabilidad política, está sitiado en estos momentos frente a la sociedad. ¿Cómo no?

Y es que el paro y su consecuente indignación, ya no sólo campesina sino también urbana, multiplicaron todas las variables en contra de un gobierno: tanto del presidente mismo, cuya popularidad, según la última encuesta Gallup divulgada el miércoles, descendió 27 puntos en dos meses, como de sus ministros: el del Interior, Fernando Carrillo, quien fue a las regiones pero no pudo desactivar la crisis; el de Defensa, Juan Carlos Pinzón, quien es la cabeza más visible de una de las facetas de esa protesta social: la seguridad; del alto consejero para el Diálogo Social, Lucho Garzón, experto en frases efectistas, pero ineficaz resolviendo las marchas... En fin.

Era obvio un cambio de enfoque por parte del presidente Santos. Era necesario. No nos extraña que el lunes mismo, una vez pasada la tormenta, esta nueva realidad sea la que se destaque. Ahora, en la recta final de su mandato, es cuando debe poner a operar la maquinaria y el músculo político para repensar su gobierno y corregir el camino. Y es obvio, también, que será un gabinete enfocado en dos aspectos importantes: las próximas elecciones y la paz. Está bien.

Pero el Gobierno no debe olvidar, sin embargo, que los problemas que acosan a Colombia son mucho más profundos de lo que él ha demostrado a la hora de actuar: falta, y no nos cansaremos de decirlo en estas líneas, un entendimiento mucho más profundo de las realidades locales. Las respuestas desde la órbita nacional, si bien racionales, no son aplicables en términos prácticos, no han resultado: se diluyen los discursos en las problemáticas más simples que se viven día a día en lo rural o en las comunidades urbanas alejadas del centro.

Podríamos ponernos a especular y decir que la ministra de Justicia, Ruth Stella Correa, está de salida, o que el ministro de Comercio, Sergio Díaz-Granados, no aguanta más en su cartera. Pero no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que la sociedad colombiana está pidiendo un cambio drástico y bien haría el presidente en tomárselo en serio.

No puede ser que cada vez que haya un problema le dé por cambiar al ministro que estuvo a la cabeza de la cartera que está destinada a resolverla: el malestar es mucho más general. Es universal, si se quiere. Podría pensar todos estos cambios, ya no como moviendo las fichas de dominó para amortiguar la opinión en contra, sino atendiendo a los reclamos que se están haciendo. Lo hemos dicho: conjurar la crisis de forma momentánea sólo hará que vuelva a aparecer.

Es lógico (en términos políticos) que la paz y las elecciones sean el norte, pero no hay que olvidar que el país requiere más cambios. En 10 meses todavía se pueden hacer cosas provechosas para la sociedad. ¿Estamos soñando?

Por El Espectador

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