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En medio del sacudón ministerial que decidió dar el presidente de la República, Gustavo Petro, el cambio en la dirección de la Superintendencia Financiera ha despertado una pregunta en el sector: ¿se respetará la historia de no injerencia por parte del Ejecutivo en su labor técnica o veremos a una entidad trabajando de la mano con las ambiciones de la Casa de Nariño?
Justo este año se cumplen 100 años de la fundación del Banco de la República y la Superintendencia Financiera (originalmente Superintendencia Bancaria, en adelante Superfinanciera). Su existencia tiene una razón de ser esencial: una buena supervisión financiera es condición necesaria para tener una economía sana, donde el ahorro de la gente esté protegido y haya un flujo de crédito estable para financiar la actividad productiva y el consumo. A pesar de que no hemos sido ajenos a períodos de inestabilidad ni inmunes a los efectos de las crisis financieras mundiales, Colombia se ha caracterizado por tener una de las instituciones supervisoras más sólidas a escala mundial.
De hecho, una de las lecciones aprendidas después de la costosísima crisis financiera de finales del siglo pasado fue la necesidad de fortalecer más a la Superfinanciera desde el punto de vista técnico. Si bien la entidad hace parte de la rama Ejecutiva, en la práctica ha operado siempre de manera ajena a los vaivenes políticos. Esto ha permitido que la Superintendencia haya podido brindar la confianza necesaria para la estabilidad del sector. Es algo que los colombianos deberíamos proteger para que se mantenga.
Por todo esto, es preocupante el retiro inesperado de Jorge Castaño de la cabeza de dicha entidad justamente en momentos en que el presidente de la República anunció que los altos cargos que de él dependen ahora serían ocupados por personas ideológicamente cercanas a su movimiento político. Se ha especulado que el doctor César Ferrari, doctor en Economía de la Universidad de Boston y hoy profesor de la Pontificia Universidad Javeriana, asesor del presidente y quien no pudo ocupar la jefatura del Departamento Nacional de Planeación por no ser ciudadano de nacimiento, sería el nuevo superintendente. En caso de ser Ferrari el seleccionado, es importante que tenga conciencia de las enseñanzas históricas.
El doctor Ferrari ocupó un alto cargo en el Banco Central de Reserva del Perú en 1987 y fue coautor del Programa Perú Heterodoxo, hoja de ruta del primer gobierno de Alan García en ese país. García llegó en aquel entonces al poder con un discurso radical y antiimperialista que desencadenó una crisis económica: en el 88, 89 y 90, la inflación de Perú fue 667, 3.399, y 7.482 % respectivamente. El crecimiento fue -9,4, -12,3 y -4,96. El boom económico inicial, sustentado desde el populismo y el gasto desmedido, terminó, en el corto y mediano plazos, generando consecuencias nefastas. La Superfinanciera debe ser capaz de mirar con distancia ese tipo de estrategias y no convertirse en cómplice de políticas de ese estilo.
Quien sea que venga a ocupar el cargo de superintendente financiero debe seguir con la labor empezada hace décadas, sin comprometer la excelencia técnica de una institución cuyo objetivo supremo es velar por la estabilidad del sistema financiero.
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