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Mientras en Colombia abundan los líderes y funcionarios que miran con recelo la dosis personal de marihuana, culpándola de los problemas que ha tenido el país para frenar el microtráfico, el mundo sigue avanzando: Canadá se prepara para legalizarla con fines recreativos. Gracias a que el Senado canadiense apoyó la propuesta de legalización, es probable que el país del norte se convierta en el primero de los que pertenecen al G7 en permitir que se desarrolle una industria alrededor del cannabis en todos sus territorios. ¿Nuestro país se quedará en argumentos bizantinos viendo cómo en otras partes abandonan posiciones regresivas y dañinas en este tema?
Como le dijo Benedikt Fischer, experto en abuso de sustancias en Toronto, al periódico inglés The Guardian, la decisión de Canadá “es una oportunidad única en el mundo, porque es la primera vez que se va a adoptar una regulación de este estilo en uno de los países más ricos. No es como en Estados Unidos, donde hay experimentos por estados, y la mayoría de las personas ignoran a Uruguay por su tamaño”. El mundo, entonces, estará observando de cerca lo que ocurra con la legalización, pero no nos parece peligroso hacer una pequeña profecía: será evidente que la penalización nunca fue la solución.
Canadá ya lleva varios años permitiendo la marihuana medicinal, pero ahora pretende permitir la venta con fines recreativos. Aunque cada una de las provincias canadienses podrá introducir sus propias regulaciones, en síntesis, la nueva ley permite que los adultos compren hasta 30 gramos a distribuidores que hayan recibido licencias por parte del gobierno federal.
¿Por qué la medida? Según Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, “estamos concentrados en controlar y legalizar la marihuana porque el sistema actual no está funcionando”. Se refiere, en particular, a tres aspectos: el mercado negro de narcotráfico sigue fuerte y sin control, las personas (incluyendo menores de edad) siguen consumiendo marihuana y todo lo anterior genera inseguridad. Se ha dicho mil veces que la guerra contra las drogas, con su estrategia represiva, ha fracasado. Es momento de cambiar de estrategia.
Además, hay otro factor que no puede ser ignorado: así como con el alcohol y el cigarrillo, la marihuana promete representar una inyección de recursos a la economía y a las arcas del Estado. Los cálculos de la firma Deloitte apuntan a que el primer año de legalización podría traer hasta $4.300 millones de dólares canadienses en ingresos. Para el 2020, se estima que el mercado legal esté en $6.500 millones, y $9.200 millones en el 2025.
Son muchas las preguntas que rodean la legalización de la marihuana. ¿Ayuda, en efecto, a reducir el mercado negro? ¿Se disminuye el consumo entre los jóvenes? ¿Sirve para reducir el consumo de otras sustancias como el alcohol? ¿La regulación estatal permite eliminar el estigma y combatir con más eficiencia las adicciones? ¿Puede la marihuana legal ayudar a combatir la crisis de opioides?
Canadá, con su experiencia, nos ayudará a responderlas. Pero su decisión es un sacudón más para los líderes políticos colombianos. De poco nos ha servido la ambivalencia de las autoridades que respetan la jurisprudencia progresista de la Corte Constitucional, pero la culpan por el aumento en el microtráfico. La creatividad de las propuestas criollas se les agota en aumentar la mano dura.
Es paradójico que Colombia tiene una Constitución que ampara la marihuana medicinal y recreativa, pero un ambiente político hostil a probar nuevas estrategias. Por salud, por respeto a las libertades individuales y por eficiencia en la lucha contra el narcotráfico, nuestro país debería estar a la vanguardia del debate de legalización, siendo ejemplo en el mundo. Pero parece que nos vamos a conformar con las soluciones de siempre.
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