Caterine Ibargüen, superatleta y ejemplo a seguir

El Espectador
06 de diciembre de 2018 - 09:45 a. m.
En el deporte, en su disciplina, en todo lo que enseña y los procesos vitales que respalda, hay una herramienta fundamental para ayudar a combatir la desigualdad y la falta de oportunidades. / Foto: AFP
En el deporte, en su disciplina, en todo lo que enseña y los procesos vitales que respalda, hay una herramienta fundamental para ayudar a combatir la desigualdad y la falta de oportunidades. / Foto: AFP

Caterine Ibargüen tiene asegurado su puesto en la historia del país como una de las mejores atletas que han nacido en esta tierra. De hecho, sus récords y triunfos son excelentes argumentos para que reclame el título de “la mejor”, pero ese debate se dará una vez se haya retirado. Por ahora, los galardones que recibió esta semana son justos homenajes a una deportista excepcional, ejemplo para Colombia.

Primero, Ibargüen recibió el premio a la Deportista del Año de El Espectador y Movistar 2018. Un galardón, por cierto, que ya había recibido en 2011, 2013, 2015 y 2016. Su consistencia a lo largo de los años ha sido admirable y un testimonio de su disciplina.

Antes de continuar hablando de Ibargüen, queremos resaltar que el premio de El Espectador y Movistar a Deportista del Año también lo recibió Eléider Álvarez, boxeador antioqueño que tuvo una temporada excepcional. Se coronó campeón mundial de peso semipesado, venciendo al ruso Sergey Kovalev en el Hard Rock Hotel & Casino, en Atlantic City.

Además, Álvarez se ha mantenido invicto con 24 peleas ganadas, 12 de las cuales han terminado por la vía del nocaut. Talento colombiano que ha sido respaldado por procesos juiciosos.

A los pocos días de la ceremonia de premiación del Deportista del Año de El Espectador y Movistar, Ibargüen fue nombrada Atleta del Año por la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF, por sus siglas en inglés). Eso la convirtió en la segunda atleta latinoamericana que recibe el premio. Tuvieron que pasar 29 años, desde cuando la cubana Ana Fidelia Quirot lo obtuvo, para que nuestra región volviera a ser reconocida.

Los hechos respaldan esa decisión. Tanto en salto triple como en salto de longitud, la colombiana fue imponente y sus triunfos fueron indiscutibles. En ambas categorías fue campeona de la Liga Diamante y los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Su objetivo ahora son los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, donde espera terminar su carrera con broche de oro.

En el deporte, en su disciplina, en todo lo que enseña y los procesos vitales que respalda, hay una herramienta fundamental para ayudar a combatir la desigualdad y la falta de oportunidades. No es coincidencia que todos los atletas colombianos tengan historias de lucha, de resistencia, de desafiar los obstáculos de una sociedad con muchas deficiencias y muchos problemas; ellos son el retrato de un país diverso, lastimado, pero que quiere soñarse distinto.

Año tras año, figuras como Ibargüen nos recuerdan que apostarles a nuestros atletas da resultados. La mejor manera de homenajearlos es erradicar la politiquería de los recursos públicos destinados al deporte y seguir fomentando, tanto desde el Estado como desde las iniciativas privadas, los proyectos de vida de jóvenes que quieran dedicarse a explotar sus talentos.

Una vez más, ovacionamos a Ibargüen por dejar en alto el nombre del país y por enseñarnos tantas lecciones de cómo podemos construir una Colombia mejor.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

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