Celebramos los medicamentos más baratos

Los colombianos (y, de manera notable, las colombianas) iniciaron el año beneficiándose de los frutos de una lucha diplomática ardua: la reducción en los precios de 902 presentaciones comerciales de medicamentos. Aunque la industria farmacéutica seguirá, sin duda, ejerciendo presión para revertir una medida valiente y necesaria, valiéndose incluso de sus influencias diplomáticas por medio de las embajadas de los países de donde provienen las multinacionales más grandes, celebramos que el Gobierno de Iván Duque mantuviera la decisión tomada durante la administración pasada.

El Espectador
07 de enero de 2019 - 05:00 a. m.

El control de precios, cuando se aplica con cuidado y de manera razonable, es una excelente herramienta para combatir la desigualdad en el acceso a medicamentos, protegiendo el interés de todos los ciudadanos y aliviando un sistema de salud colapsado. Eso es lo que estamos viendo que empezó a ocurrir esta semana.

Una de las batallas más difíciles que dio el Ministerio de Salud dirigido por Alejandro Gaviria, durante la administración de Juan Manuel Santos, fue la intervención en el mercado de medicamentos. Las razones estaban claras, pues son muchos los fármacos que, pese a ser indispensables para millones de colombianos, y pese a que son comercializados de manera más económica en otros países, en Colombia solo se encontraban a precios exorbitantes o que dificultaban seriamente el acceso. El resultado, más allá de empeorar la salud de los colombianos, era que el sistema de salud veía su sostenibilidad afectada por tener que cubrir esos gastos.

Entonces, era apenas razonable utilizar el control de precios, una medida contemplada por la normativa colombiana. La metodología para hacerlo consistió en comparar el precio de los medicamentos en Colombia con los precios del mismo fármaco en otros 17 países. Y se intervino en aquellos donde se encontró que la comercialización de nuestro país estaba muy por encima de la media.

En plata blanca, el control de precio a estas 902 presentaciones comerciales de medicamentos, que redujo en un 50 % en promedio los costos de los fármacos, les ahorrará a los colombianos unos $366.000 millones al año.

Detrás de esa cifra, además, hay muchas historias humanas que demuestran la bondad de la medida. Risperdal, por ejemplo, es un medicamento antipsicótico que bajó de $107.000 a $10.500. Para un país donde el cuidado de la salud mental es precario y costoso, esa diferencia es monumental.

El otro gran ejemplo son los anticonceptivos femeninos. En la medida se incluyeron 64 presentaciones comerciales que representarán un ahorro de $70.000 millones al año. La semana pasada, las redes sociales estuvieron llenas de mensajes de mujeres celebrando la reducción en el precio de sus pastillas anticonceptivas, lo que evidencia el triunfo tangible de la medida.

No es un gesto menor reducir el costo de la anticoncepción de las mujeres. Primero, porque reconoce que las mujeres han sido marginadas históricamente de la toma de decisiones sobre su sexualidad. Segundo, porque, en un país con una educación sexual que deja mucho por desear, la anticoncepción femenina permite a las colombianas retomar el control de sus cuerpos y su fertilidad. Tercero, porque, al permitir con más facilidad el acceso, se empieza a combatir la brecha de desigualdad que hay: las mujeres pobres colombianas se enfrentan a más obstáculos en este tema.

Como lo dijo el actual ministro de Salud, Juan Pablo Uribe Restrepo, la reducción de los precios “de medicamentos fundamentales para los colombianos” permite mejorar “el acceso a los mismos y (contribuye a) a la sostenibilidad financiera del sistema de salud”. Esperamos que sea una práctica que el nuevo Gobierno continúe adoptando allí donde sea necesario, por el bien de todos.

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Por El Espectador

 

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