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Colombia avanza en el derecho a la muerte digna

El Espectador

11 de enero de 2022 - 12:00 a. m.
La eutanasia es un acto de empatía con el sufrimiento ajeno.
Foto: Getty Images/iStockphoto - sittithat tangwitthayaphum

El fin de semana pasado fue un momento histórico para Colombia. Después de una larga lucha contra la intransigencia, la burocracia y los obstáculos inhumanos, dos personas con enfermedades que les generaban intensos dolores accedieron al derecho a morir dignamente. Se trata del primer cumplimiento de la sentencia de la Corte Constitucional que, con profunda empatía, relajó un poco los requisitos para acceder a la eutanasia. De nada sirvieron los aspavientos públicos de quienes se autoproclaman defensores de la vida, pero terminan creando sufrimientos innecesarios.

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El debate sobre la eutanasia no es equilibrado. Quienes se oponen a la muerte digna se valen de manipulaciones y argumentos a medias: desde conspiraciones hasta acusaciones de asesinato. Dicen, por ejemplo, que la eutanasia hace que los médicos dejen de cuidar a sus pacientes y que se fomenta un mercado negro de órganos. No hay pruebas para ninguna de las dos acusaciones, y sí, en cambio, basta con ver los casos de muerte digna en Colombia para entender que ninguno se trató de un simple capricho o una mala praxis médica.

Aquellos que hablan de asesinatos debido a que la vida es sagrada, con base en la Biblia, dejan por fuera dos consideraciones. Primero, que no todas las personas que residen en Colombia son católicas o creyentes de alguna religión. Si para ellos no hay reparos ideológicos ante la eutanasia, ¿por qué imponerles creencias ajenas? Segundo, la idea de que la vida tiene que conservarse ante cualquier situación ignora las experiencias complejas del dolor y la enfermedad. No se trata únicamente de quedarnos con el concepto básico de vida biológica: si el sufrimiento diario es la norma, ¿eso es una vida digna que tiene que mantenerse a como dé lugar?

Una carta de los lectores que recibimos cada vez que escribimos sobre eutanasia argumenta que los médicos fueron educados para preservar la vida, no para quitarla. Otros profesionales de la salud ofrecen un contraargumento: manejar el dolor y ver a los pacientes como seres humanos con agencia implica un acto de empatía en el que está incluida la muerte digna. Estamos de acuerdo. Las personas con enfermedades graves y dolorosas deberían tener todas las opciones sobre la mesa, presentadas por sus médicos tratantes.

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Víctor Escobar padeció durante varios años alrededor de 17 patologías, entre ellas una enfermedad pulmonar obstructiva crónica e hipertensión pulmonar, hasta su muerte digna el 7 de enero. Martha Sepúlveda padecía desde noviembre de 2018 esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y, según había manifestado, el dolor se volvió insostenible. El sábado pasado accedió a la muerte digna. ¿Por qué obstaculizar estos procesos tan personales, íntimos y llenos de madurez emocional? ¿Por qué negar a las familias la posibilidad de despedirse de los suyos bajo sus propios términos, en un ambiente controlado y acompañado de los médicos expertos?

La Corte Constitucional tomó una decisión valiente y acertada. Escobar y Sepúlveda son pioneros en lo que, esperamos, será el proceso de adopción del derecho a la muerte digna en el país. Que ningún colombiano tenga que sufrir de manera desproporcionada. La eutanasia es una opción tan viable como cualquier otra.

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