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Colombia-Estados Unidos: de fondo y de formas

El Espectador

15 de marzo de 2023 - 09:00 p. m.
La regla número uno de la diplomacia es que no se debe actuar con ligereza ante una relación cercana, demandante y vital para los intereses comunes.
Foto: Gobierno Petro

La relación Colombia-Estados Unidos, activa en la arena diplomática por 200 años, incluye un portafolio lleno de temas complejos, pero también de muchas oportunidades. Colombia es presumiblemente el aliado estratégico más importante de los Estados Unidos en la región en estos momentos, e históricamente ese país ha sido uno de los principales aliados de Colombia a escala global. Desde la elección del presidente, Gustavo Petro, y la vicepresidenta, Francia Márquez, contrario a muchos pronósticos, se ha reafirmado el compromiso de ambas naciones con los principios democráticos y es importante que sobre esa base se cuide la relación.

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Muestra clara del compromiso mutuo fue la llamada de felicitación y reconocimiento del presidente Joe Biden menos de 24 horas después de la elección del presidente Gustavo Petro. Ha sido también inédito en la historia de nuestro país que, antes y después de la posesión de un jefe de Estado, se hayan producido las visitas de los más altos funcionarios de los Estados Unidos a nuestro país, empezando por el secretario de Estado, Antony Blinken; el director de la CIA, William Burns; la comandante del Comando Sur, general Laura Richardson, y el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, por mencionar algunos. Estos no son solo gestos y deberían ser tomados y valorados en su completa dimensión.

Frente al espinoso asunto de los acercamientos con Venezuela, también el Gobierno de Estados Unidos ha sido respetuoso de la soberanía y potestad de Colombia para restablecer las relaciones bilaterales, entendiendo la estrecha interdependencia entre ambos países.

Es natural que en las relaciones exteriores se presenten altibajos y el vínculo Colombia-Estados Unidos no es la excepción. A pesar de ser un tema sensible, es rescatable su consistencia más allá de los cambios políticos en ambos países y su inédito consenso bipartidista en el ámbito regional. Una muestra de esto es el Diálogo de Alto Nivel (DAN) entre Colombia y los Estados Unidos, en su décima edición, que tendrá lugar en Washington los próximos 27 y 28 de marzo. Este, si bien es el primero de la era Petro, será una plataforma técnica y política desde donde se darán las aproximaciones a la nueva y diversa agenda que ha planteado su Gobierno.

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Hoy tenemos una representación diplomática en Washington encabezada por un conocedor como el que más de las dinámicas políticas, institucionales, económicas y culturales de Estados Unidos, el embajador Luis Gilberto Murillo, quien además ha ejercido allí una diplomacia ciudadana por más de 20 años, precisamente de la mano de quien es hoy su ministro consejero para Asuntos Políticos, Óscar Gamboa. Juntos han cosechado importantes resultados para los habitantes de la Colombia profunda, principalmente, afrocolombianos e indígenas, y desde la diplomacia civil han contribuido a la expansión y el fortalecimiento de la inclusión como parte de la democracia en Colombia a través de aliados importantes en el Congreso, el Departamento de Estado, USAID y la academia.

Por todo lo anterior, no deja de sorprender que altos funcionarios del Gobierno Nacional impacten la sensible relación a través de comentarios públicos no solo en referencia a los Estados Unidos sino sobre asuntos irritables para el portafolio del trabajo que realiza esa misión diplomática. Sería bueno que el presidente Gustavo Petro y el canciller Álvaro Leyva impartieran instrucciones precisas a los altos funcionarios para que dimensionen con prudencia el efecto que generan sus comentarios en las relaciones internacionales, en particular con los Estados Unidos.

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No es un tema de subordinación, es la regla número uno de la diplomacia. No se debe actuar con ligereza ante una relación cercana, demandante y vital para los intereses comunes.

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