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No tiene ningún sentido que los permisos que otorga la alcaldía para la realización de eventos en Bogotá puedan llegar hasta el último momento. Lo que ocurrió con la cancelación del concierto de Kendrick Lamar hace una semana es una vergüenza para los promotores, pero también para las autoridades que han cohonestado con prácticas de dilaciones y que a menudo no son claros en el tipo de requisitos que se tienen que cumplir de manera adecuada. Queda el sinsabor de que haya intereses políticos en contra del Vive Claro, uno de los espacios para eventos más recientes y ambiciosos del país. La solución no es plantarse en echar la culpa a quienes presentan la documentación, sino en encontrar soluciones conjuntas y a largo plazo.
Después de la cancelación del evento, el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, ha defendido el actuar de las autoridades distritales. “El Idiger pidió información sobre este escenario desde el mes de agosto y no fue entregada de manera completa, para garantizar un análisis que permitiera un concepto favorable”, dijo. Se refiere al Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático, que fue el que dio la noticia, a última hora, de que el concierto de Kendrick Lamar no se podría realizar. Mientras escribimos estas líneas, también están en vilo otros permisos para conciertos la semana entrante en el mismo escenario. “No es que estén pidiendo la cédula al 150, no. Están solicitando documentos que respalden y certifiquen que el espacio es realmente seguro”, dijo el mandatario. Hace unos días había lanzado un dardo: “Es una costumbre de muchos de los actores de este sector presentar los documentos a última hora”.
Estamos de acuerdo en que las normatividades deben cumplirse y que la principal labor de la alcaldía debe ser proteger a las ciudadanos. Ahí no hay discusión. Sin embargo, si la costumbre es una costumbre de presentar documentos a última hora, también habla de una permisividad por parte de las autoridades. No debería el Distrito quedarse ahí, sino escuchar las preocupaciones que han ventilado distintos promotores de eventos en estos días. Hablan de trámites enrarecidos por mecanismos arcaicos de presentar y evaluar documentación; de zonas grises donde la politiquería y la corrupción pueden colarse; de una angustia por no saber si en efecto se podrán realizar eventos en los que se están invirtiendo miles de millones de pesos. Entonces, si hay un acuerdo con que todo esto se puede tramitar con antelación, pues que sea un proceso de lado y lado y con cronogramas específicos.
Bogotá se ha convertido en un referente latinoamericano para realizar conciertos y eventos culturales. Eso ha atraído artistas de talla mundial, así como inversiones multimillonarios. Por eso mismo, la actitud de la alcaldía no puede simplemente ser una de vigilancia, sino de trabajo proactivo. No estamos en una dinámica de enemigos, sino de cómo trabajar en conjunto para que todos los espacios se sigan consolidando, trayendo bienestar a los ciudadanos, así como flujo de recursos a la ciudad entera. La pregunta sobre la mesa es cómo evitamos que haya cancelaciones, cómo agilizamos los trámites, cómo hacemos más transparentes los procesos de autorización y cómo garantizamos que la capital del país siga siendo la capital cultural de la región.
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