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¿Cóndores vuelan todos los días?

Aquí lo que científicos y expertos echan de menos es lo más básico: recursos para hacer un seguimiento, y poder derivar aprendizajes de las acciones de conservación.

El Espectador
08 de diciembre de 2015 - 01:53 a. m.

El Ministerio del Medio Ambiente anunció hace unos días la llegada al país de cóndores de los Andes criados en Chile, que serán liberados en varios sitios de la alta montaña colombiana. Bienvenidas las acciones para garantizar el futuro de la fauna colombiana, sobre todo cuando se trata de especies importantes en los ecosistemas, y emblemáticas en la vida nacional, como es el caso del cóndor, especie considerada oficialmente en peligro de extinción.

Sin embargo, para científicos y expertos, lo que se viene haciendo en conservación del cóndor es no sólo insuficiente, sino que además se podría estar improvisando. Esto es así porque, además de la liberación de las aves en nuestras montañas, no se ha anunciado un plan de monitoreo, esencial para este tipo de acciones.

Para comenzar, no se sabe cuántos cóndores hay en el país. Estiman los expertos que la población de cóndores andinos en el país podría estar entre un número crítico de 60 hasta 200, con fuerte presencia en la Sierra Nevada de Santa Marta, en Boyacá y en los Santanderes.

Tampoco se tienen registros de cuántos son parte de las poblaciones silvestres originales y qué numero provienen de las primeras liberaciones que se hicieron hace años. Se sabe con cierta certeza que de los cerca de 70 individuos que han sido liberados, 13 han muerto y 31 permanecen vivos en libertad. Acusa alto grado de desconocimiento el devenir de menos de la mitad de los cóndores liberados.

Se destaca, desde las primeras liberaciones, la falta de estudios genéticos, lo cual podría ser más grave ahora que se trata de individuos provenientes del extremo sur de su área de distribución, siendo incierto el impacto con la diversidad genética de nuestras poblaciones ecuatoriales.

Un indicador parcial de éxito, sin duda, es que las liberaciones desde 2004 han llevado al restablecimiento de cinco núcleos poblacionales, en donde la especie había desaparecido, como son los páramos de Chingaza y Siscunsi. Pero el futuro en el largo plazo del cóndor no está asegurado, pues la única protección directa la tienen las poblaciones que ocurren dentro de los parques nacionales.

No se trata de pedir ingentes sumas para investigaciones de punta, como las que se hacen con su primo, el cóndor de California, en Estados Unidos. Aquí lo que científicos y expertos echan de menos es lo más básico: recursos para hacer un seguimiento, y poder derivar aprendizajes de las acciones de conservación.

Hoy el país cuenta con un plan de acción renovado para la protección y el seguimiento, que espera la financiación pública en el Sistema Nacional Ambiental. Queda pendiente sustentar las acciones de conservación en el mejor conocimiento científico, como lo señala la Política de Gestión Integral de la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos, más mencionada que estudiada y aplicada. También es una oportunidad para que la empresa privada participe.

Por ahora, una vez se han recogido los réditos mediáticos de estas acciones, el futuro de los cóndores sigue quedando en las alas de los mismos cóndores.

 

 

 

 

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Por El Espectador

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