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Después del sabor amargo que dejó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2022 (COP27), otra conferencia de las Naciones Unidas, esta sobre la Diversidad Biológica (COP15) en Montreal (Canadá) nos permite terminar el año con una excelente noticia: 200 países llegaron a un acuerdo histórico, incluyendo financiación y metas de implementación claras, para proteger los ecosistemas en peligro del planeta. La participación de China, que en la COP27 fue la gran ausente, permitió llegar a un acuerdo ambicioso que incluye a casi todo el planeta, lo que, esperamos, implica un buen augurio para que las promesas no se queden en el papel.
Según la ONU, “el planeta está sufriendo la mayor pérdida de vidas desde la época de los dinosaurios. Son ya un millón de especies de plantas y animales las que están en peligro de extinción, gran parte de las cuales lo estarán en cuestión de unas décadas”. Por eso, en el último día de la COP15 se adoptó el marco mundial Kunming-Montreal, que “tiene como objetivo abordar la pérdida de biodiversidad, restaurar los ecosistemas y proteger los derechos de los pueblos indígenas”. Se espera que en ocho años, para el 2030, al menos el 30 % de las áreas terrestres y marítimas sean protegidas y se adopten medidas para revertir los daños. Actualmente, solo el 17 % de las zonas terrestres y el 8 % de las zonas marinas han sido declaradas territorios protegidos en el mundo.
Con este tipo de acuerdos es común la misma crítica: ¿qué nos garantiza que se pase de la palabra a la acción? ¿Estaremos, acaso, viendo algo similar a lo ocurrido con las cumbres climáticas donde el diablo se esconde en los detalles y ha llevado al estancamiento de las negociaciones? El escepticismo que se ha tomado al activismo global en favor del ambiente es razonable y ha sido alimentado por la inacción de los Estados.
Sin embargo, algo llamativo del marco mundial Kunming-Montreal es que incluyó consideraciones de financiación en lo pactado. Es así como pide la creación de un fondo fiduciario especial que va a estar encargado de garantizar que los recursos lleguen a donde se necesita. También se mete en el siempre delicado asunto de cuánta plata van a poner los países más ricos: hay un compromiso de flujo de recursos de los Estados más desarrollados a los que más necesitan inversión de por lo menos US$30.000 millones cada año. Esto, en el marco de una inversión anual de US$200.000 millones con fines de proteger la biodiversidad. También se pacta el desincentivo a políticas e inversiones que afecten los ecosistemas.
Claro, no podemos presumir que todo se cumpla. Habrá que vigilar la implementación y que en efecto las transferencias de recursos se hagan para quienes más lo necesitan. Pero después de un año con tanto estancamiento político, es refrescante ver que los Estados son capaces de acordar metas comunes por el bien del planeta. ¿Habrá lecciones que puedan tomarse para la próxima cumbre climática, que deberá discutir nuevamente el delicado asunto de los combustibles fósiles? Terminamos el año con una pizca de esperanza.
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