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Crisis por discriminación en Centroamérica

El Espectador

07 de octubre de 2020 - 10:00 p. m.
Es preocupante el desinterés estatal en Honduras, Guatemala y El Salvador por proteger a las personas LGBT que no son reconocidas ni en sus familias ni en los espacios de justicia, y que además deben navegar escenarios de violencia y pobreza. / Ilustración: Pixabay
Foto: Pixabay - Pixabay

Un informe presentado por Human Rights Watch (HRW) esta semana debería generar indignación y acciones concretas en Honduras, Guatemala y El Salvador. El texto arranca con la historia de Camila Díaz Córdova, una mujer transgénero de 29 años que huyó de El Salvador por culpa de la violencia y llegó a Estados Unidos a solicitar asilo. Sin embargo, en los Estados Unidos de Donald Trump no solo se lo negaron, sino que la devolvieron a su país. Allí fue asesinada por tres policías. Su caso es el primero sobre una persona trans que llega a la justicia de ese país, pese a que hay muchas violencias escondidas y normalizadas.

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En “Vivo cada día con miedo”, HRW alerta que “las personas LGBT en el Triángulo Norte enfrentan altos niveles de violencia y el derecho interno les reconoce pocas garantías”. Esto porque en El Salvador, Honduras y Guatemala “sigue habiendo delitos motivados por el odio contra personas lesbianas, gais, bisexuales y transgénero. A su vez, en Estados Unidos, el gobierno de Donald J. Trump se ha abocado activamente a cerrar puertas a los solicitantes de asilo, incluidas personas LGBT procedentes de América Central”.

La situación es complicada y repite una historia que en Colombia conocemos muy bien. Esos tres países de Centroamérica han sido azotados por la violencia, la corrupción, los Estados débiles y las ideologías conservadoras. Entonces, el prejuicio no solo existe, sino que en muchas ocasiones se fomenta. En ese camino quedan abandonadas las personas LGBT que no son reconocidas ni en sus familias ni en los espacios de justicia, y que además deben navegar en un escenario de violencia y pobreza. Estados Unidos, que es uno de los faros de esperanza para las víctimas de la violencia en esos países, ha cerrado cada vez más sus fronteras y pactado un “Acuerdo de Cooperación sobre Asilo” que es utilizado para devolver a las personas a sus lugares de origen, dejándolas desprotegidas.

Lo más preocupante es el desinterés estatal. Si no hay voluntad de reconocer el problema, mucho menos habrá la capacidad de enfrentarlo. HRW cuenta que, entre las personas LGBT entrevistadas, “algunas indicaron haber sufrido violencia por parte de familiares, y esto hizo que se fueran del hogar, incluso a muy temprana edad, con apenas ocho años. Otras contaron incidentes de acoso escolar y discriminación que hicieron que dejaran la escuela o que limitaron sus posibilidades de conseguir logros académicos. Aunque no hay estadísticas sobre la situación económica de las personas LGBT en el Triángulo Norte, muchos de los entrevistados nos dijeron que el rechazo por parte de familiares y la discriminación agravan las probabilidades de marginación económica, sobre todo para las mujeres trans”.

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Entonces, en países con varias crisis, las poblaciones más vulnerables (en este caso las personas LGBT) quedan aún más desprotegidas. Es una tragedia que debería darles vergüenza a todos los gobiernos. El prejuicio margina, el prejuicio tortura, el prejuicio mata. No podemos voltear la mirada y pretender que nada ocurre.

En América Latina ha habido avances en la protección de los derechos de las personas LGBT, sí. Pero incluso en los más “progresistas” se encuentran movimientos conservadores y retardatarios que quieren evitar la educación en la diversidad, que siguen fomentando el odio. Aquí en Colombia, solo este año, van 29 mujeres trans asesinadas. Nadie debería vivir con miedo.

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