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La imágen es calcada de las represiones recientes en toda América Latina, aunque con visos de autoritarismo más radical. Después de que ciudadanos convocaran abiertamente a una marcha, la policía se les apareció en las casas, los periodistas vieron revocadas sus credenciales, los medios de comunicación oficiales lanzaron campañas de desinformación y se acusó de intervención internacional. Si suena familiar es porque se trata del guión de la tiranía que los líderes en todo el continente parecen haber perfeccionado. Hablamos, por supuesto, de Cuba, cuya dictadura logró reprimir a punta de terror una manifestación contra el régimen. La pregunta necesaria es por qué en sectores ideológicos colombianos hay silencio ante prácticas represivas que deshumanizan y muestran la cobardía de un modelo político con más de seis décadas en el poder. ¿Dónde está el rechazo?
El régimen cubano tiene miedo. Lo ha mostrado en varios momentos. Se ha dedicado a perseguir artistas que hacen canciones contra el régimen. Habla muy mal de un país que se vende como la revolución de la libertad, pero cuyos líderes no soportan que alguien diga “patria y vida”, en burla a su lema de “patria o muerte”. Cualquier persona que esté cansada del comunismo y del partido único es estigmatizada, perseguida y silenciada. Cuando las personas se toman las calles, se les quita la agencia: no son ellos, es Estados Unidos que los financia. Claro, ¿cómo alguien estaría cansado de un régimen que se construye a punta de perseguir la diferencia?
Lo vimos el lunes pasado. Las marchas nacionales, convocadas por redes sociales, fueron silenciadas. El régimen cubano y sectores de la izquierda internacional quieren posicionar el mensaje de que nadie quería salir a marchar, que no hay nada por ver. Aún así, los periodistas se levantaron con policía rodeando sus casas, diciéndoles que no podían salir. Durante semanas, la televisión pública y Granma, periódico oficial, hicieron una campaña para desacreditar a quienes convocaron la marcha. Granma escribió: “Estamos ante una manipulación de nuestra realidad”. A punta de terror y presiones es muy difícil que la gente se tome las calles.
A la BBC, una cubana le dijo: “Hay más policías que piedras en la calle”. Aún así, al menos 40 personas fueron arrestadas. Bruno Rodríguez, ministro de Relaciones Exteriores, dijo que “Cuba jamás permitirá acciones de un gobierno extranjero en nuestro territorio, tratando de desestabilizar el país”. Salir a marchar ha sido posicionado como un acto de terrorismo.
Todo eso demuestra, por supuesto, un régimen frágil y asfixiado económicamente. Pero permanecerá mientras tenga el respaldo de China, Rusia y la izquierda ideológica internacional. El problema es que muchas personas sufren la represión y siguen huyendo del país.
El rechazo tiene que ser contundente. Lo que ocurre en Cuba es inhumano. Silenciar opositores es violar sus derechos humanos. Eso no tiene nada de revolucionario: es lo que todo gobierno autoritario hace por deporte.
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