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La oposición política al presidente Gustavo Petro sigue utilizando agresiones y discursos que afectan la legitimidad del Estado mismo. Una cosa son las protestas que se han realizado, pacíficas y, por supuesto, protegidas por la Constitución, y otra muy distinta los discursos que cada vez toman más fuerza y tildan al presidente de la República de “dictador”, como lo llamó el fiscal general de la nación, Francisco Barbosa; de “guerrillero”, como se han referido a él varios miembros del Centro Democrático, o incluso llegan a mencionar sin empacho que se debe “defenestrar” al mandatario, como lo hizo de forma irresponsable y rayando con lo criminal el coronel en retiro John Marulanda, quien fue presidente de la Asociación de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares de Colombia (Acore). Están jugando con candela en un país de pirómanos.
La manifestación que cientos de militares y miembros de las reservas de la Fuerza Pública hicieron el pasado 10 de mayo es, por supuesto, legítima. Están en todo su derecho de protestar, reclamar al Gobierno lo que ven como un olvido de los deseos de los miembros de las Fuerzas Armadas y hacerse sentir. Lo que es inaceptable es que esa manifestación pase a las vías de hecho o a la apología de la remoción por la fuerza del presidente legítimo de nuestro país. Se vio en los cánticos, en las pancartas y en las declaraciones que dieron los manifestantes un desdén por la elección democrática del presidente, y eso no puede ocurrir.
La cereza del pastel, claro, ocurrió en Sigue la W. El coronel en retiro John Marulanda, quien no ejercía vocería, pero sí es reconocido dentro de los organizadores de las protestas, dijo que en Perú las reservas militares fueron exitosas al “lograr defenestrar a un presidente corrupto” y que “aquí vamos a tratar de hacer lo mejor por defenestrar a un tipo que fue guerrillero”. Después de que sus palabras generaran un lógico escándalo, el coronel en retiro cambió su versión: “Yo corrijo lo dicho. No se trata de defenestrar al presidente Gustavo Petro como se defenestró al presidente peruano, Pedro Castillo”. El daño, sin embargo, ya estaba hecho. El mismo presidente Petro utilizó sus redes sociales para prender las alarmas al escribir: “¿Por qué conspiran para un golpe de Estado? Porque les aterroriza que acabemos la impunidad”. Y así, la tensión del país entero siguió subiendo.
La oposición política al presidente tiene la responsabilidad de no utilizar cualquier herramienta retórica para ganar puntos electorales. Cuestionar las vías democráticas le hace daño al país entero. Incluso insistir en llamar “guerrillero” a una persona que firmó un Acuerdo de Paz y lleva tres décadas dentro de la institucionalidad envía un mensaje agresivo a todos los excombatientes. También cierra la puerta de que Colombia puede pasar la página de sus conflictos.
En vísperas de elecciones locales, es natural que el país político esté crispado. Las manifestaciones pacíficas son una herramienta más de la democracia, pero no pueden desencadenar en respaldos disimulados a las vías de hecho. Igual es necesario un llamado a la reflexión a todos los que están haciendo oposición en Colombia: su labor, tan importante, no puede ser una excusa para el radicalismo y la destrucción de las instituciones. Si no hay oposición responsable, no hay democracia saludable.
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