Es un paso importante en el debate iniciado en la pasada Cumbre de las Américas. El tema no puede quedar aquí sino que su consideración tiene que seguir avanzando.
Santos se jugó una carta importante durante la cita continental al abrir el juego a un examen serio de este espinoso asunto. El primer logro fue que hasta Barack Obama estuviera dispuesto a sentarse a escuchar. El siguiente, que sus pares dieran un mandato a la OEA para adelantar un estudio sin prejuicios, ideologías o intereses individuales. Contrario al escepticismo que el tema pudo generar, por el tipo de informe que debía elaborar la organización regional, poco más de un año después el primer mandatario calificó el resultado como magnífico.
Insulza le presentó dos documentos. Uno más formal, denominado El problema de las drogas en las Américas, que tiene una visión integral y analítica sobre una base de documentación, estudios previos y amplia bibliografía. En él se menciona la opción de despenalizar el consumo en la medida en que “un adicto es un enfermo crónico que no debe ser castigado por su adicción, sino tratado adecuadamente”, para lo cual “debería comenzarse con métodos transicionales, como las cortes de drogas, la reducción sustantiva de penas y la rehabilitación”.
Creemos que este es un primer paso en la dirección correcta, tal y como lo hemos afirmado con anterioridad desde estas páginas. Más que medidas represivas, se requiere con urgencia una visión integral que ponga énfasis en el grave problema de salud que lleva aparejado el consumo de drogas. De hecho, incluso Estados Unidos la han incorporado dentro de su estrategia antidrogas, presentada unas semanas atrás. De esta manera se hace justicia con aquellos que son la parte más débil de la cadena en la lucha contra las drogas. Mientras tanto, el combate frontal tiene que acentuarse contra las mafias que manejan el negocio y contra quienes lavan los miles de millones de dólares de este lucrativo mercado de la muerte.
El segundo documento es el plato fuerte del estudio y lo integran los cuatro escenarios mencionados, los cuales quedan servidos para un debate serio, pues, como lo dice el propio Insulza, puede que no nos gusten, pero pueden ocurrir. Si de por sí el asunto da lugar a visiones encontradas en la región, era pretencioso esperar que un ejercicio así terminara diciendo qué hacer. Según Santos, “aquí nadie está defendiendo ninguna postura: ni la legalización, ni la regulación, ni la guerra a cualquier precio. Lo que tenemos que hacer es usar estudios serios y ponderados, como el que hoy presenta la OEA, para encontrar mejores soluciones”. Y esta es una de sus mayores virtudes.
Los escenarios planteados van desde el denominado “Juntos”, en el cual se mantiene el statu quo con un fortalecimiento de la actual política antidrogas, hasta el de “Ruptura”, con la posibilidad de que alguno de los países de la región, hastiado de tener que pagar un muy alto costo interno, decida romper unilateralmente la política global y tome decisiones por su cuenta. Mientras tanto, las opciones intermedias que se plantean se basan en la experimentación con modificaciones legales dentro de la opción denominada “Caminos”, o el tercero, “Resiliencia”, mediante el fortalecimiento de las comunidades y el mejoramiento de la seguridad y la salud públicas, con un alto involucramiento social.
El presidente Santos, como se ve, ya le puso el cascabel al gato. Ahora la mesa queda servida para que en el marco de la próxima Asamblea General de la OEA en Guatemala, a comienzos de junio, se continúe la revisión del tema. Otro tanto se puede hacer en el marco de Naciones Unidas. Hay suficiente tela de donde cortar.
Por El Espectador
