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La carrera séptima de Bogotá no puede continuar en crisis y con su desarrollo detenido. La sola introducción de un carril específico para ciclistas, que se hizo durante la pandemia, llevó a las protestas de los conductores de vehículos particulares, que sienten que con ese cambio se entorpeció la movilidad de una de las vías más importantes de la ciudad. Ahora que la alcaldesa Claudia López saca a licitación el Corredor Verde por la séptima, vuelven los reclamos. Nos parecen, sin embargo, equivocados a la luz de las cifras que se han presentado: si no comprendemos que la séptima está colapsada por el número de vehículos que soporta y que el paradigma de movilidad de la ciudad tiene que cambiar de manera radical, nos vamos a quedar estancados en trancones cada vez más eternos sin cambiar costumbres mandadas a recoger en el mundo entero.
La inversión propuesta por la alcaldesa López es de $2,5 billones, creando cerca de 22.790 empleos. Se construirá en tres tramos: de la calle 24 hasta la 76, de la 76 hasta la 99 y de la 99 hasta la 200. Según Diego Sánchez, director del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU), “el nuevo Corredor Verde facilitará la movilidad de unos 12.000 pasajeros por hora por sentido en el área de Chapinero y el Centro Internacional (con la posibilidad de ampliar la capacidad a 15.000) y aproximadamente 18.000 en el sector de Usaquén. Reducirá hasta en un 50 % sus tiempos de viaje. Beneficiará a más de 1,5 millones de personas, principalmente en las localidades de Santa Fe, Chapinero y Usaquén”.
La oposición era de esperarse. Dicen que eso es bloquear las viviendas y los comercios de Chapinero que quedan sobre la séptima, que es generar más trancones, que es castigar a los usuarios de vehículos particulares y que es construir un Transmilenio por la séptima. Aunque las frustraciones son entendibles, creemos que les falta una dosis de realidad y visión de las intervenciones urgentes que necesita Bogotá. Por ejemplo, la alcaldesa López también anunció intervenciones en la carrera 11, para devolverle un carril que ayude a descongestionar, así como crear más puntos de acceso a la Circunvalar, que cobra mayor relevancia. El transporte público, que será 100 % eléctrico, estará rodeado de espacios que mejoran la calidad de vida y hace parte de un reconocimiento básico: el futuro de Bogotá tiene que ser en transporte público y bicicletas.
Hay quienes proponen, como solución, la construcción de una vía de metro por la séptima. Sin embargo, eso demoraría aún más el proyecto y ya hemos visto cómo la promesa de metro en Bogotá se diluye entre egos. En cambio, el Corredor Verde, que estaría listo entre tres y cinco años, implicaría una reestructuración esencial del transporte por la séptima, que el mismo Distrito puede pagar y ayuda a fortalecer el uso del transporte público.
En una ciudad con cada vez más personas, en obra y donde el exceso de vehículos ha llevado a la inutilidad de medidas como el pico y placa, lo que necesitamos son intervenciones ambiciosas que cambien la relación de los ciudadanos con el entorno y su movilidad. En esa lucha, el Corredor Verde, aunque pueda parecer impopular, luce necesario.
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