Serán unas fiestas de fin de año pacíficas, esperamos, pero tristemente no por causa de los diálogos de paz liderados por el Gobierno. En varios comunicados, la guerrilla del ELN, las disidencias lideradas por Iván Mordisco y las de Calarcá anunciaron que abandonan los ataques a la fuerza pública como gestos de “paz” mientras los colombianos celebran estas fechas de encuentro. Eso sí, se reservan el “derecho a la defensa”, como dice el comunicado de Mordisco y compañía, y lo hacen después de llevar semanas sembrando terror, muerte y dolor en varios territorios colombianos. El Gobierno, que tiene la cabeza puesta en la emergencia económica y los ojos pendientes de las elecciones del año entrante, sigue sin contarle al país cómo pretende mejorar la seguridad, principal preocupación en las mediciones nacionales que se han hecho.
Es muy difícil leer buena voluntad en los ceses al fuego cuando las manos de los criminales están manchadas de sangre. La defensora del Pueblo, Iris Marín, puso el dedo en la herida abierta. Respondiendo al comunicado del ELN, la funcionaria escribió en X que, “hace un año, el ELN anunció un cese al fuego similar. En enero, sin embargo, continuó sin piedad los ataques a la población. Por ejemplo, en Catatumbo declaró una guerra que generó el desplazamiento masivo más grande de la historia reciente de Colombia. Es decir, infundió miedo generalizado en miles de personas inocentes”. También recordó que “el cese de hostilidades debería alcanzar también las hostilidades con los otros grupos armados, a quienes les pedimos el mismo alivio en el fin del año”. Muchos de los peores enfrentamientos que vimos este año no involucraron al Ejército, sino que fueron entre los grupos criminales por control de zonas y rutas del narcotráfico.
La defensora Marín tiene razón. Otra manera de leer sus palabras es con una pregunta: después de las treguas, ¿qué? Año tras año, la respuesta a esa pregunta ha sido “la barbarie”. Además del paro armado que discutimos hace unos días en este espacio, los últimos días vimos el secuestro de militares, ataques a la policía en Suárez y Buenos Aires (Cauca), y el anuncio desesperado del Gobierno de sus planes por reanudar las fumigaciones con glifosato, esta vez con drones. La vicepresidenta de la República, Francia Márquez, en un mensaje que se ha vuelto costumbre, rechazó los ataques en el Cauca, dijo que no se cansará “de pedir la paz para mi pueblo y mi departamento, para Colombia” y solicitó a las autoridades “afianzar sus estrategias para prevenir estos actos de violencia y garantizarle la seguridad a las comunidades”. Se siente que estamos en un ciclo de violencia sin fin ni respuestas.
Entonces, presidente Gustavo Petro: después de las treguas, ¿qué? ¿Cuándo tendremos noticias de los avances en los procesos de “paz total” que siguen en pie? ¿Y cuándo habrá planes efectivos para que las autoridades recuperen los espacios cedidos en estos años? Hemos escuchado muchos discursos, pero estamos en otro fin de año donde la tranquilidad de ciertos territorios depende de la “buena voluntad” de los criminales. Solo que, claro, eso no es paz. Basta con escuchar a los pobladores de las regiones más afectadas. La zozobra es su normalidad.
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