Después de Ser Pilo Paga, ¿qué?

El Espectador
20 de septiembre de 2018 - 00:00 a. m.
El programa Ser Pilo Paga fue juzgado bajo expectativas inadecuadas e injustas, lo que demuestra las deudas históricas del país en educación. / Foto: Pixabay
El programa Ser Pilo Paga fue juzgado bajo expectativas inadecuadas e injustas, lo que demuestra las deudas históricas del país en educación. / Foto: Pixabay

Ser Pilo Paga (SPP), como lo conocemos, llegará a su fin cuando el Ministerio de Educación presente su nuevo plan de financiación para todo el sistema educativo. Aunque el presidente Iván Duque ha dado anuncios prometedores sobre lo que pretende hacer el Gobierno con este tema, no deja de ser lamentable que el programa sea otra víctima de la falta de compromiso con la educación.

Desde el principio, SPP estuvo plagado de críticas. Tal vez la más precisa la resumió María Patricia Asmar, consultora independiente y exsubdirectora del Icfes, en conversación con El Espectador: “Cuando se mira la lista de los bachilleres que salen de los estratos 1, 2 y 3, estamos hablando de 482.000 jóvenes. Ser Pilo Paga da entre 10.000 y 12.000 becas. ¿Qué pasa con los otros 470.000? ¿Cuál es su opción? ¿Una universidad pública que no ha crecido o el Sena, que es educación para el trabajo? No hay una solución del problema estructural en Colombia”.

La respuesta de los defensores del programa ante ese reparo es, también, muy persuasiva: SPP no pretendía ser más que una herramienta accesoria a un plan integral de educación; esperar que solucione todos los problemas de inequidad en el acceso a las universidades era injusto.

En este espacio, en diversas ocasiones, hemos defendido esa posición.

SPP debe ser juzgado por su propósito puntual de intervenir en la desigualdad y permitirles a los colombianos con mejores resultados en las pruebas de Estado, pero sin capacidad económica, entrar a las mejores universidades del país. Esto, además, buscaba fomentar encuentros sociales que, en otros contextos, no ocurrirían, para así combatir prejuicios.

Eso lo consiguió y los 40.000 estudiantes que alcanzaron a beneficiarse vieron cómo sus proyectos de vida recibieron un impulso bienvenido. Alivia, entonces, la promesa del presidente Duque de seguir pagando las becas de ellos hasta que finalicen sus carreras. El Estado no les puede incumplir.

Lo que sí quedó en evidencia con los debates sobre SPP es que hay demasiados pendientes en educación. Por un lado, es verdad que las universidades públicas del país, llamadas a ser las grandes herramientas contra la desigualdad, no tienen suficiente financiación y eso ha hecho que no puedan competir, salvo notables excepciones, en términos de calidad y percepción con las privadas. Eso tiene que solucionarse.

Por otro lado, aunque se ha hablado de inversiones históricas en el sector, la realidad es que Colombia todavía está muy lejos de aportar todos los recursos necesarios para el sistema educativo. Si estuviéramos invirtiendo lo suficiente, programas como SPP no serían vistos como la única salvación, sino como lo que son: accesorios, intervenciones puntuales.

El presidente Duque dijo que “la cobertura exige que nosotros podamos incluir más universidades públicas en un programa de gratuidad y decirles a las universidades privadas que también pongan”. Se trata de una concepción que puede dar frutos si se sabe implementar.

El Gobierno tiene el reto de presentarle al país un plan ambicioso —y ejecutable— en educación. De esa manera, todos los debates a propósito de SPP no habrán sido en vano.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

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