Dos discursos que confunden

El Espectador
09 de agosto de 2018 - 05:00 a. m.
El pacto por Colombia que anunció el presidente es el camino adecuado, pero no existirá mientras no tengamos actos puntuales que demuestren la voluntad de trabajar para todos los colombianos y no sólo para un sector particular. / Foto: Mauricio Dueñas Castañeda - EFE
El pacto por Colombia que anunció el presidente es el camino adecuado, pero no existirá mientras no tengamos actos puntuales que demuestren la voluntad de trabajar para todos los colombianos y no sólo para un sector particular. / Foto: Mauricio Dueñas Castañeda - EFE

La posesión del presidente Iván Duque el pasado 7 de agosto contó la historia de dos países políticos: uno con ansias de revancha y muy cómodo pintando una visión sesgada de la realidad nacional, y otro que habla de “unión”, pero que no da muchos detalles sobre cómo pretende conseguirla. La sensación que quedó es bastante preocupante para el futuro de Colombia.

Es muy diciente que tengamos que empezar hablando de Ernesto Macías, el presidente del Senado, en un evento que debería haber estado centrado en la visión del presidente Iván Duque para Colombia durante los próximos cuatro años. Pero eso fue lo que consiguió el parlamentario con un discurso irresponsable, agresivo, contradictorio y plagado de imprecisiones.

Aunque su lugar en la posesión se lo concedió la posición que ostenta como representante del Congreso de la República, el senador Macías se arropó con las banderas de su partido y aprovechó para dar una visión excluyente y angustiosa de la realidad nacional. El mensaje subyacente fue claro: él y el Centro Democrático se sienten legitimados para gobernar sin concesiones, ni reconocer que en Colombia hay muchísimas personas que no pertenecen a su partido y no comparten sus ideas, a menudo extremas, sobre el país.

El problema no fue sólo que Macías mencionara cifras cuestionables y una selección de datos con el objetivo de dar la visión de que Colombia está en la peor crisis de su historia, algo demostrablemente falso, sino que contradijo todos los esfuerzos que el presidente Duque viene haciendo desde su elección.

Entonces, la intervención de Macías se sintió como un mensaje solapado al presidente, apoyándolo pero recordándole su origen político, el hecho de que el Centro Democrático está en pie de revancha, y que en el Congreso tendrá bancada siempre y cuando no se salga de la línea preestablecida.

Por su parte, el presidente Duque, si bien contrastó ese discurso con uno de unión y mirada hacia adelante que alivia, se mantuvo en propuestas y promesas generales sobre demasiados temas, que más parecían pensadas para la campaña electoral que para marcar el inicio de su gobierno sobre unos ejes claros. Aunque llamó a la unión y promovió la idea de que, pese a las diferencias, todos “somos colombianos” y debemos trabajar juntos, no fue muy claro en cómo lograrlo.

El pacto por Colombia que anunció es el camino adecuado, pero no existirá mientras no tengamos actos puntuales que demuestren la voluntad del nuevo gobierno de trabajar para todos los colombianos y no sólo para un sector particular.

Si este iba a ser el cuatrienio de la reconciliación, empezó mal. Insistir en la división mientras el país busca pasar la página, como lo hizo el senador Macías, no permite interpretar las palabras del presidente Duque en otro contexto. El desánimo que muchos colombianos expresaron después de la posesión es un pésimo síntoma de lo que pueden ser estos cuatro años.

Todavía, por supuesto, queda mucho camino por recorrer, pero si el presidente Duque quiere cumplir sus promesas, debe encontrar la manera de reconciliar su discurso con el de su partido. ¿Seguiremos fomentando la Colombia irreflexiva y sectaria que vimos en las declaraciones del presidente del Senado o le apostaremos a una cultura política mucho más provechosa, como la que ha propuesto el presidente? Con lo que escuchó el país este martes resulta difícil descifrarlo.

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Por El Espectador

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