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Israel rompió el cese al fuego en Gaza y no solo dejó un saldo preliminar de más de 490 víctimas fatales y más de 700 heridos, sino que permite la continuidad de una guerra absurda cuyo número total de muertos se acerca a los 50.000. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, logra sostener la coalición de ultraderecha para evitar su juzgamiento por un caso de corrupción personal, posponer la investigación por su responsabilidad en el condenable ataque terrorista de Hamás de 2023, así como apartar la grave denuncia por la recepción de dineros de Catar, aliado de Hamás, de tres de sus cercanos asesores.
Los bombardeos son el inicio de una nueva escalada en la cual los gazatíes siguen aportando los muertos. Netanyahu intentó justificar el rompimiento del cese al fuego como una retaliación contra los terroristas de Hamás ante su incumplimiento en la liberación de los rehenes. Aunque sabemos que los motivos reales del primer ministro son otros, el apoyo incondicional del presidente Donald Trump es el mejor aliciente para continuar con el castigo a Gaza.
El cese al fuego, que involucró complejas negociaciones y se alcanzó durante los últimos días del gobierno de Joe Biden, dio un respiro a los más de dos millones de gazatíes. La primera fase incluía la liberación de rehenes israelíes y la segunda la terminación del conflicto. Fueron liberados 16 rehenes israelíes y cinco tailandeses, mientras que 566 presos palestinos en cárceles de Israel fueron dejados en libertad. El 20 de febrero Hamás entregó los cuerpos de cuatro rehenes israelíes, fallecidos o asesinados en cautiverio, en un acto de propaganda que causó total indignación internacional. El 7 de octubre de 2023, durante el ataque terrorista de Hamás, murieron 1.211 personas, la mayoría civiles, y fueron secuestradas 251 personas. Quedan por entregar, con vida o muertos, 51 rehenes. Sus familias han recrudecido las críticas al gobierno de Netanyahu por su insensibilidad.
El primer ministro israelí ha logrado mantener la coalición de gobierno mediante concesiones hechas a los grupos ultrarreligiosos y nacionalistas. En caso de perder el apoyo de estos partidos, tendría que llamar a nuevas elecciones y someterse al escrutinio público en un momento en que la gente comienza a cansarse de una guerra interminable en varios frentes. Su ultraderechista ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, había dicho hace dos meses que tenía la garantía de Netanyahu de que la única forma de acabar con el conflicto pasaba por “la destrucción completa de Hamás”. Tras los sangrientos ataques que dieron por terminado el cese al fuego, Smotrich afirmó que “es para este momento por lo que nos quedamos en el Gobierno”. Su reticencia al alto al fuego, y la aceptación del mismo, supeditada al cumplimiento de la garantía que le había expresado el primer ministro, había sido cumplida.
Como lo expresó el analista israelí Amos Harel, en el diario Haaretz, Netanyahu no tuvo nunca la intención de permitir la segunda parte de lo acordado en enero. “Israel violó a sabiendas el acuerdo de alto el fuego con Hamás —con la aprobación de EE. UU.— porque no quería cumplir plenamente los términos a los que se había comprometido dos meses antes (…) el verdadero objetivo de la ofensiva es una guerra perpetua en múltiples frentes (para ir hacia) un régimen de estilo autoritario”. Siguen, entonces, el desangre y la tragedia.
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