El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sorprendió el lunes pasado al anunciar que militarizaría la capital de su país con tropas de la Guardia Nacional (GN) y el despliegue de agentes del FBI, supuestamente para frenar la creciente inseguridad que azota a Washington. Esta nueva deriva autoritaria se basa, otra vez, en la utilización de información falsa, medias verdades o comparaciones inexactas, que le permiten construir una realidad que no tiene ningún asidero en los hechos. La medida, que comenzó a aplicarse con el despliegue de 800 miembros de la GN, tiene un plazo máximo de 30 días que le concede la ley al jefe de Estado para situaciones excepcionales, pero este no es el caso.
La visión apocalíptica que presentó Trump es la de una “ciudad sin ley”, entre las más peligrosas del mundo, que prometió salvar del “crimen, del derramamiento de sangre, del caos, de la miseria y de cosas peores”. Todos los datos ciertos que se conocen sobre la situación de inseguridad en Washington muestran una sustancial disminución de la criminalidad. Trump mencionó que en 2023 se habían presentado las tasas de delincuencia más altas de la historia y es cierto que hubo un incremento con respecto al año anterior como efecto de la pandemia, pero en 2024 las cifras disminuyeron en un 35 %, la tasa más baja en treinta años, y la tasa de homicidios se redujo un 19 % entre enero y junio de 2025.
La alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, calificó la decisión de Trump como un “impulso autoritario” y una “intrusión en nuestra autonomía”. No le falta razón. El objetivo verdadero parece ser el de controlar las calles de las principales ciudades del país para evitar protestas legítimas. Ya lo hizo en Los Ángeles hace un par de meses y amenazó con actuar de igual manera en Chicago y Baltimore. En Los Ángeles, tras las protestas que se presentaron ante la arremetida de las autoridades contra los migrantes irregulares, ordenó el despliegue de la Guardia Nacional sin tener potestad para hacerlo y mintió al decir que dicho despliegue, que en principio debía ser ordenada por el gobernador, se llevó a cabo para enfrentar a las “hordas violentas e insurrectas que se agolpan y atacan a nuestros agentes federales tratando de interferir en nuestras operaciones de deportación”.
Es paradójico que el presidente llame a la Guardia Nacional, la misma que se negó a convocar, en un inicio, cuando se desató la insurrección del 6 de enero de 2021, en la cual hordas de fanáticos suyos intentaron dar un golpe de Estado asaltando el Congreso. La GN suele ser desplegada en circunstancias excepcionales, sobre todo asociada a desastres naturales o, en casos extremos, si las fuerzas policiales quedan sobrepasadas en su función. Este no fue el caso en Los Ángeles ni mucho menos lo es ahora en la capital del país del norte.
Si el deseo de Trump es el de seguir mostrándose como un mandatario fuerte que está dispuesto a tomar medidas drásticas para solucionar los graves problemas que azotan el país, debe hacerlo sobre hechos ciertos, sin falsear la realidad y, menos aún, violentando las normas y el equilibrio de poderes. De momento, cuenta con un Congreso en el cual tiene mayoría tanto en la Cámara como en el Senado, lo que le permite actuar a sus anchas. El año entrante, en noviembre, se llevarán a cabo elecciones para renovar una tercera parte del Senado y la totalidad de la Cámara. Es de esperar que para entonces el electorado haya comprendido los peligros que entraña el actual ocupante de la Casa Blanca.
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