El avance en la construcción de la primera línea del Metro de Bogotá llegó a dos hitos que parecen indicar que la obra se ejecutará de acuerdo a los planes. La llegada de los primeros vagones después de atravesar medio mundo tiene un impacto simbólico, pero no sería la primera vez que la capital ve avances que se estrellan con obstáculos. Probablemente el logro más importante fue la noticia hace unos días de que el Distrito logró asegurar un préstamo multimillonario para la fase 2 de la primera línea, después de haber acordado con el Gobierno Nacional cambios en el cronograma para los desembolsos que la Casa de Nariño le hará al proyecto. Con el dinero asegurado y con una ejecución que, hasta ahora, parece ser ejemplar, son buenas noticias para la capital del país y también un referente para todo Colombia sobre cómo los proyectos ambiciosos de infraestructura no tienen que estar condenados a los aplazamientos eternos.
La obra de la primera línea del metro ya está en 62 % de ejecución y tal vez lo que más impacto ha tenido es ver cómo las construcciones avanzan. Después de décadas de promesas vacías y de “renders”, los residentes de la capital del país por fin tienen algo tangible. La llegada de los vagones también marcó un momento importante, pues permite soñar con que, en efecto, tendremos el sistema funcionando en el 2028. Sin embargo, como ha ocurrido en tantos otros casos en Bogotá y en el resto del país, el progreso no está asegurado.
Un interrogante constante es el de los recursos. El Gobierno Nacional, en medio de su escasez de fondos, negoció hace más de un mes con el Distrito para aplazar sus aportes a cambio de invertir en renovación de la flota de buses eléctricos. El éxito de esa medida, sin embargo, dependía de que la administración de Carlos Fernando Galán pudiera asegurar un crédito que necesita para la fase dos de la primera línea. Después de una reunión hace unos días con el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se consiguió el desembolso de US $1.485 millones, que tendrán como propósito terminar las obras de las estaciones y el viaducto que casi llega a los 24 kilómetros de extensión. Con eso, el avance de las obras está garantizado por un tiempo adicional, mientras también se está configurando el proceso para la segunda línea.
El alcalde Galán dijo que su compromiso es garantizar que las obras continúen sin interrupciones y que la financiación para la segunda línea también se consiga. Eso es necesario. Más que eso, los líderes políticos de toda Colombia deberían observar este proceso como lo que es: el resultado de la coordinación de distintas administraciones en el Palacio Liévano y en la Casa de Nariño, desde Enrique Peñalosa con Juan Manuel Santos, Claudia López con Iván Duque y ahora Galán con Gustavo Petro. Este tipo de proyectos no andan solos ni dependen de un solo apellido, sino que requieren de la voluntad y la visión de comprender que hacer grandes obras es un proceso de paciencia y dejar a un lado los egos. También vale la pena preguntarnos por qué la primera línea del metro ha avanzado sin contratiempos, cuando tantas otras obras de la capital se estancan. ¿Qué podemos mejorar, desde los procesos regulatorios a la selección de contratistas, para que un proceso como el del metro sea la regla y no la excepción?
Nota del editor: Una alta ejecutiva del Banco Interamericano de Desarrollo tiene vínculo familiar con el director de El Espectador.
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