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En su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura divulgado ayer, Lászlo Krasznahorkai hizo una serie de reflexiones demostrando que sus “reservas de esperanza se habían agotado totalmente”. Llamó la atención que, al referirse a “los nuevos ángeles” que están amenazando al mundo entero, mencionó un nombre particular: “Ahora solo las estructuras demenciales de los Elon Musk de este mundo organizan el espacio y el tiempo”. Aunque la crítica de Krasznahorkai va más allá de la figura del hombre más rico del planeta, pues su objetivo es cuestionarnos por la pérdida de libertad ante nuestro ecosistema digital, no es casualidad que lo haya nombrado. El director de múltiples empresas como Tesla y Starlink se ha convertido en un jugador político muy importante al mismo tiempo que muestra una preocupante radicalización. Es urgente que hablemos de ese “ángel”.
El dinero, por supuesto, siempre ha ejercido poder sobre las sociedades. Las personas más ricas del planeta mueven sus influencias y, en muchas ocasiones, lo hacen en desmedro de las democracias liberales. Sin embargo, el caso de Musk es quizá característico de la nueva era a la que estamos entrando. Desde su cuenta de X, plataforma de la que es dueño, viene apoyando proyectos de ultraderecha y atacando a las pocas instituciones que buscan luchar contra el autoritarismo creciente.
La semana pasada, por ejemplo, Musk demostró su frustración con la Unión Europea. Después de que la Comisión Europea sancionara a X con USD 120 millones por no cumplir con las normas de transparencia, el multimillonario decidió atacar al proyecto europeo en general. Para la muestra algunos ejemplos, de muchos que podríamos elegir de sus mensajes: “¡La Unión Europea no es democracia —gobierno del pueblo—, sino burocracia —gobierno del burócrata no elegido—!”; reposteó un mensaje acusando a la Unión Europea de ser una amenaza existencial contra las libertades y la soberanía de Europa; “muchos políticos en Europa son traidores de su gente”; se refirió a la Comisión como “la burocracia tiránica y no elegida que está oprimiendo a Europa”. Todo esto lo hizo mientras también compartió desinformación sobre “delitos” cometidos por migrantes en Europa, preguntando “cuándo se convierten en un genocidio”. No es casualidad que, entre otras cosas, Musk ha aparecido en mítines de campaña de la ultraderecha alemana.
Aparte de China, sobre cuya dictadura Musk guarda conveniente silencio debido a la necesidad de vender Teslas en ese país, la única entidad regulatoria que les ha hecho contrapeso a X y las demás multinacionales tecnológicas ha sido la Unión Europea. A diferencia de China, la Unión lo ha hecho desde una democracia con procesos transparentes y un conocido historial de buscar proteger a los consumidores. La pataleta de Musk, es necesario recordar, se debe únicamente a que su red social no quiso cumplir con las leyes. Esa es la “tiranía” que denuncia.
Esto sería anecdótico si Musk no estuviera usando su dinero para desestabilizar instituciones útiles para el mundo. Después de ayudar a llevar a Donald Trump a la Casa Blanca, lideró una agencia que desmanteló USAID, la ayuda estadounidense que salvó millones de vidas en todo el mundo durante años. Por esto, varias organizaciones han denunciado que millones de personas han dejado de recibir tratamientos esenciales para subsistir. Su búsqueda de influencia en la política europea no ha tenido tanto éxito hasta ahora, pero no sería extraño que su apoyo sirva para impulsar candidaturas de ultraderecha.
Entonces, sí, es buen momento para escuchar la advertencia de Krasznahorkai. Que los nuevos ángeles no traigan consigo verdaderas tiranías.
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