
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Luego del grave ataque de Estados Unidos a tres instalaciones nucleares iraníes, sumado a los bombardeos israelíes en Irán y las respuestas de Teherán, la espiral de violencia en la región ha disminuido tras un alto al fuego entre los dos países de Medio Oriente. Cada una de las partes reclama el triunfo, aunque informes preliminares indican que los daños no fueron los anunciados y que el programa nuclear iraní sufrió un retraso, pero no fue destruido.
La decisión de Washington de bombardear las instalaciones subterráneas de Fordo, Natanz e Isfahán buscaba su “destrucción total”. Así lo aseguró el presidente Donald Trump tras un ataque que no solo violó las normas del derecho internacional y de la Carta de la ONU, sino que además ignoró normas estadounidenses. Un informe filtrado de su Agencia de Inteligencia menciona que, a pesar del lanzamiento de 14 bombas de más de 13.600 kilos cada una, el daño fue limitado y solo retrasó unos meses —y no décadas— el programa nuclear iraní. De igual manera, aún es incierto el destino de 400 kilos de uranio altamente enriquecido que fueros trasladados por las autoridades iraníes a un lugar desconocido. En una aparición ayer ante el Senado, el secretario de Defensa, Pete Hegseht, insistió en que los ataques habían sido un éxito. La última palabra la tiene la Agencia Internacional de Energía Atómica de la ONU, cuyo director, Rafael Grossi, afirmó que las centrifugadoras de Fordo no quedaron operativas, y que espera que el gobierno de Teherán autorice el ingreso de sus funcionarios para establecer los daños reales.
Estados Unidos violó el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares de 1968, que impide a un país atacar las instalaciones nucleares de otro. Trump alegó injustificadamente el derecho a la legítima defensa y expresó que buscaba además un cambio del régimen teocrático de los ayatolás, lo que evidencia su desprecio por las normas internacionales. En el ámbito interno, hay fuertes críticas por no haber informado al Congreso de un acto de guerra, a pesar de escudarse en el eufemismo de que fue tan solo un ataque preventivo.
En Irán, el ayatolá Alí Jamenei celebró lo que calificó como una “dura bofetada” a Washington tras un ataque a una base militar en Catar, aunque el hecho fue simbólico y de escasa relevancia estratégica. También proclamó una supuesta victoria frente a Israel. Sin embargo, los bombardeos israelíes —también en clara violación del derecho internacional— asestaron un duro golpe a Teherán, al causar la muerte de altos mandos militares, científicos y cerca de 600 civiles, evidenciando una profunda infiltración de la inteligencia israelí y afectando instalaciones nucleares claves. Jamenei logró consolidar el control del régimen teocrático y, si los daños resultan ser menos severos de lo que se temía, podría reactivar su programa nuclear a mediano plazo.
En el actual escenario, Benjamín Netanyahu emerge como el principal beneficiado tras doce días de conflicto. Ha logrado redibujar el mapa geopolítico regional a su favor: debilitó significativamente a Hamás y a Hezbolá, mantiene presencia en Siria y, con respaldo de Estados Unidos, asestó un golpe directo a Irán. Mientras tanto, la atroz y criminal ofensiva sobre Gaza continúa, con cerca de mil personas asesinadas en este breve lapso, y la necesaria consolidación de un Estado palestino se aleja aún más.
Mientras la ley del más fuerte parece adueñarse del escenario internacional, la paz del mundo sigue dependiendo de la voluntad de unos pocos e irresponsables líderes.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com
Nota del director. Necesitamos lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.