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El antisemitismo sigue siendo una amenaza constante en el mundo. La tragedia en la playa de Bondi, en Sídney (Australia), muestra cómo la radicalización se alimenta del odio y comete actos crueles e inhumanos. Las 15 personas asesinadas mientras conmemoraban el inicio del Janucá fueron víctimas de dos hombres, un padre y su hijo, que al parecer tenían lazos con el Estado Islámico (EI). La respuesta de Australia y del mundo entero, de total rechazo y solidaridad, es un recordatorio de que la estigmatización no puede tener cabida en las sociedades libres. Es fundamental la lucha activa contra el prejuicio hacia las personas judías.
Australia es un ejemplo para el mundo en términos de la lucha contra la violencia. En 1996, 35 personas fueron asesinadas por un hombre en Port Arthur. Después, el rechazo público llevó a una movilización política para prohibir los rifles de asalto, muchos rifles semiautomáticos y escopetas. El contraste con Estados Unidos es notable: mientras el país de nuestro continente normalizó las masacres auspiciadas por una legislación blanda en el control de las armas, Australia tiene una de las tasas de muertes más bajas del mundo relacionadas con armas. Por eso, ver a alguien con arma larga disparar de manera indiscriminada es muy impresionante para una sociedad que optó por la regulación para apostarle a la paz. Después se supo que el hombre, quien fue dado de baja por la policía, pertenecía a un grupo de caza recreacional y por eso tenía acceso al arma.
La manera en que ha reaccionado el país es un ejemplo para el mundo. Primero, el rechazo al antisemitismo ha sido unánime. Los homenajes para las víctimas han estado acompañados de un fuerte mensaje contra la discriminación. El primer ministro australiano, Anthony Albanese, dijo que “un ataque contra los australianos judíos es un ataque contra todos los australianos” y advirtió que “Australia nunca se someterá al odio ni a la violencia. Nos mantendremos unidos y no permitiremos que nos dividan como nación” y que “el antisemitismo es una lacra que existe desde hace mucho tiempo y debemos hacer todo lo posible para erradicarlo”. No son solo palabras vacías. Además de los avances en las investigaciones de las autoridades, también se anunciaron medidas legislativas para cerrar las lagunas que permitieron el porte de las armas utilizadas. Australia entera parece estar unida en la claridad de que esta tragedia no se puede repetir, que debe haber responsabilidad y que las sociedades tienen el deber de hacer todo lo posible por silenciar la violencia.
Hasta ahora es poco lo que se conoce de los victimarios. El padre, de 50 años, fue abatido, mientras que su hijo, de 24 años, está recibiendo cirugías para salvarle la vida. Las autoridades anunciaron que presentarán cargos contra el joven y contaron que en su vehículo encontraron dos explosivos, lo que indica que el ataque tenía el potencial de ser mucho más letal de lo que fue. Además, un viaje a Filipinas y unas banderas del EI son pistas de la posible fuente del ataque. En efecto, es un modus operandi que conocemos del grupo extremista.
Ante la violencia irracional y la discriminación, la única respuesta siempre será la búsqueda de la convivencia en paz. Los ataques contra las personas judías vienen en aumento en los últimos años, por lo que es fundamental reforzar las iniciativas que buscan crear una cultura de respeto y tolerancia. No hay justificación para el terror.
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