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El ELN no quiere la paz. Fue evidente el 18 de septiembre del año pasado, cuando se pusieron en pausa las negociaciones por culpa de un atentado, y es evidente ahora, cuando de nuevo se echaron por la borda los buenos oficios del Gobierno en medio de la violencia terrible que se está viendo en el Catatumbo. No se puede hacer mucho más cuando la respuesta a la voluntad de paz de la Casa de Nariño es aterrorizar a las poblaciones. Los videos de guerrilleros yendo casa por casa buscando a excombatientes de las FARC son escalofriantes y no le dejan al Estado más opciones. Es urgente proteger a la población, lo que implica una demostración de fuerza.
El Gobierno Nacional lo sabe. El presidente de la República, Gustavo Petro, ha mostrado una enorme paciencia con los grupos ilegales, pues su interés es aterrizar la promesa de la paz total. Sin embargo, al terminar esta semana, fue contundente. “Lo que ha cometido el ELN en el Catatumbo son crímenes de guerra. Se suspende el proceso de diálogo con este grupo, el ELN no tiene ninguna voluntad de paz”. Tiene toda la razón. En un comunicado, la delegación de paz del Gobierno explica que el ELN ha estado “asesinando a civiles inermes, a líderes sociales y a firmantes de paz en una operación que está desplegando en distintos municipios del Catatumbo”. Iván Cepeda, senador y negociador del Gobierno, dijo que “esa operación ha sido con unidades que ha trasladado desde el departamento de Arauca al Catatumbo con el propósito de que los combatientes agredan a la población”.
Es inconcebible que la guerrilla del ELN haya desaprovechado la oportunidad de llegar a un acuerdo con un Gobierno de izquierda que conoce sus preocupaciones. No importa cuántas vueltas retóricas intenten dar los representantes del grupo ilícito, lo que han hecho es mostrar su intransigencia. Su comportamiento es vil. El ELN tiene que salirse de su lógica de dialogar sin negociar si realmente quiere que la paz negociada sea una posibilidad. Si no, su camino acelerado a terminar como una burda banda criminal es inexorable.
Al cierre de esta edición no conocemos la magnitud de la tragedia en el Catatumbo, precisamente porque los enfrentamientos siguen y la presencia estatal es precaria. Sin embargo, hay un estimado de 23 muertos en 72 horas, y el gobernador de Norte de Santander, William Villamizar, estima que la cifra de víctimas está por encima de las 30. Eso incluye la masacre de una familia entera con un bebé de nueve meses en brazos, así como siete firmantes del Acuerdo de Paz de 2016.
La guerrilla del ELN dice representar a la población colombiana, pero tiene a las personas aterrorizadas, a los defensores de la democracia clamando ayuda y a la comunidad entera silenciada por la violencia. Otty Patiño, comisionado de Paz, afirmó que lo anunciado por el Gobierno “es solo una suspensión; la paz nunca puede cerrar totalmente las puertas”. De acuerdo, pero cuando es la misma guerrilla la que cierra esa puerta, no le queda otra opción al Estado que intervenir. La apuesta por la paz debe ir acompañada de protección a los más vulnerables.
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