Los cafeteros de Colombia, sus instituciones y el país en general le deben mucho a Jorge Cárdenas Gutiérrez, el líder empresarial y gremial recientemente fallecido. Para ilustrar ese significativo legado bien vale la pena recordar la Colombia de la década de 1960, cuando comenzó a brillar con luz propia acompañando a otro líder cafetero memorable, Arturo Gómez Jaramillo. Al lado de ese mentor, Cárdenas fue testigo de primera mano de las negociaciones del Acuerdo Internacional del Café y del pacto de cuotas de exportación que por cerca de 30 años permitió a la Colombia monoexportadora de la época asegurar sus ingresos externos. Sus dotes de negociador y diplomático hicieron posible prorrogar dichos acuerdos a partir de la década de 1980, cuando tomó las riendas de la Federación de Cafeteros, prorrogando así un esquema que benefició a un país cuya economía era pequeña y en extremo vulnerable.
La estabilidad del ingreso cafetero de aquellas décadas fue base fundamental para fortalecer la institucionalidad cafetera proveyendo, a través de los Comités Departamentales de Cafeteros, infraestructura en centenares de municipios a lo largo y ancho del país. Durante estos años se construyeron, entre otros, más de 19.000 aulas educativas, 544 hospitales y centros de salud, 185.000 kilómetros de carreteras rurales y accedieron a energía eléctrica 250.000 hogares rurales. El acceso a infraestructura y un ingreso cafetero estable fueron una plataforma determinante para que Colombia se abriera al mundo a partir de la última década del siglo anterior. Se podría decir que buena parte del establecimiento colombiano y de quienes hoy lideran las grandes industrias pueden encontrar en sus ancestros un linaje cafetero que los ayudó a proyectarse y ser parte del desarrollo del país. Todos ellos le deben su agradecimiento a Jorge Cárdenas.
El liderazgo internacional de Cárdenas Gutiérrez también fue reconocido por la industria de todo el mundo y su voz siempre fue escuchada en decenas de foros internacionales. Poco antes de su retiro de la Federación recibió por parte de la industria norteamericana un reconocimiento a su “vida y obra”, que ningún otro dirigente de un país productor ha recibido. Fue también actor fundamental en la ampliación de mercados del café colombiano a geografías que en su época parecían inalcanzables, como es el caso de Japón.
Capítulo aparte merece su visión de consolidar al café de Colombia como un origen excepcional en los mercados internacionales. Consciente de que con un monto de exportaciones definidas por los pactos internacionales la única vía de maximización del ingreso requería la diferenciación del café colombiano a través de torrefactores que demandaran exclusivamente nuestro grano para sus marcas, Cárdenas logró generar clientes cautivos para el café colombiano que absorbían una proporción significativa de la creciente producción y exportación del país. La mayor participación de Colombia en la exportación mundial de la década de 1980, gracias a la introducción de la caficultura tecnificada con variedades resistentes a la roya que él también lideró al lado de su gran coequipero Hernán Uribe Arango, constituyen una impronta indeleble durante su gestión al frente del gremio cafetero.
Además de trabajador incansable, Jorge Cárdenas fue un hombre afable, bondadoso y generoso. Su oficina y su atención siempre estuvieron abiertas a los más diversos interlocutores, que incluyeron a sus detractores. Era una persona sagaz, sencilla y entretenida, con una memoria y sabiduría inusuales que con frecuencia traía a colación interesantísimas anécdotas. Fue, en suma, un gran ser humano dotado de una inmensa paciencia y constancia, ejecutando una visión que le permitió construir un legado de progreso que Colombia debe reconocer y apreciar.
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