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La violencia política volvió a cobrar una vida en Estados Unidos con el repudiable asesinato del joven activista e influenciador conservador Charlie Kirk, muy cercano al presidente Donald Trump. La muerte de Kirk, que se produjo por un disparo con un rifle de precisión mientras debatía con estudiantes de la Universidad de Utah Valley, es una más dentro de la espiral de violencia política que viene acentuándose en el país del norte. El discurso de odio, la intolerancia y la descalificación del contrario, en especial por parte del propio ocupante de la Casa Blanca, ha ayudado a crear este ambiente de creciente crispación ideológica y de crímenes como el que acaba de ocurrir.
Kirk, con 31 años, se dedicó en la última década a impulsar su propuesta ideológica ultraderechista con jóvenes estudiantes. En los campus de las universidades del país debatía sobre la base del lema “Pruébeme que estoy equivocado”. Solía provocar a la audiencia con temas como la defensa acérrima del derecho a tener y portar armas, su rechazo a medidas que favorecieran a las minorías o a los migrantes, su llamado a mantener en la sociedad el papel “tradicional” de la mujer y su radical oposición al aborto. A través de su plataforma, Turning Point, difundía su mensaje, a menudo cargado de odio y discriminación, para una audiencia de más de 20 millones de seguidores, clave en la movilización de jóvenes en favor de Donald Trump.
Desde el despacho oval, Trump recordó recientes hechos de violencia relacionada con temas políticos, solo mencionando casos contra personas de derecha y omitiendo lo sucedido contra demócratas. En su mensaje dijo que “ya es hora de que todos los estadounidenses y los medios de comunicación se enfrenten al hecho de que la violencia y el asesinato son la trágica consecuencia de demonizar a quienes discrepan, día tras día, año tras año, de la manera más odiosa y despreciable posible”. No vio, por supuesto, su enorme rabo de paja. The Hill, por ejemplo, publicó una nota titulada “Breve historia de los comentarios violentos de Trump: 40 casos en los que el expresidente incitó o elogió la violencia contra sus conciudadanos”. Las expresiones irresponsables e incendiaras pronunciadas por Donald Trump han sido el principal combustible para la polarización actual.
Frente a este tipo de actos irracionales, como el asesinato de una persona debido a sus ideas, es esencial que todos los actores políticos se comprometan a bajar el tono en el nivel de agresividad y mantengan la lógica de que en la política hay adversarios y no enemigos a los que hay que exterminar. Ese tipo de discursos de odio han acabado muy mal con anterioridad, y, en Estados Unidos, con leyes tan laxas para portar armas, puede aumentar la espiral de violencia. No se puede olvidar que allí se vivió el magnicidio de cuatro presidentes, de candidatos presidenciales, y atentados contra candidatos, como los dos que sufrió el propio Donald Trump hace un año. También la violencia ha cobrado su cuota de sangre con atentados a políticos en ejercicio, entre ellos senadores y representantes.
Si los principales actores de la vida política, en cualquier lugar del mundo, siguen dejándose llevar por el discurso de la insensatez y, en vez de atemperar los ánimos, contribuyen a exacerbarlos o a tomar medidas represivas contra sus adversarios, la caja de Pandora que se ha abierto será difícilmente cerrada.
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