
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La relación del Gobierno Gustavo Petro con el Distrito de Bogotá, en cabeza de Carlos Fernando Galán, ha sido complicada. Eso empezó desde la pasada administración de Claudia López, cuando la alcaldesa vio que varios de sus proyectos insignia fueron torpedeados porque la Casa de Nariño quería cambios, quizás esperando que su candidato ganara la Alcaldía. La tensión y el estancamiento han sido el resumen de estos años para la capital. Esta semana, sin embargo, el Gobierno encontró un aliado en el Distrito para respirar un poco en medio de su crisis financiera. Si eso se convierte en un espacio de colaboración conjunta, el presidente Petro podría ver que puede ayudar a construir un legado duradero en una ciudad que está necesitada de proyectos ambiciosos que por fin se ejecuten.
La noticia fue que el Gobierno dio luz verde para que el Distrito pida US$50 millones al Banco Interamericano de Desarrollo. De concretarse, eso ayudaría a avanzar en la licitación de la segunda línea del metro, que será subterránea, como lo ha pedido el presidente. La línea será de 15,5 kilómetros, costará en total unos $34,9 billones y, de concretarse, ayudaría a que la próxima década le cambie de forma vehemente el rostro a la movilidad en Bogotá. Sin embargo, como los capitalinos bien lo saben, muchas cosas pueden salir mal y los proyectos pueden atrasarse. Lo más interesante de esta noticia es, quizás, que Gobierno y Distrito están aprendiendo a trabajar juntos.
En el acuerdo, el Distrito también está buscando la financiación de la renovación de la flota eléctrica de buses. A cambio, le cede vigencias futuras que debían girarse este año para los proyectos de la calle 13 y permitiría que se reprograme la segunda línea del metro. Para un Gobierno Nacional con problemas de caja y buscando a como dé lugar recortes que le permitan invertir en sus prioridades, no es una ayuda menor. En esa dirección iba una declaración del alcalde Galán, quien afirmó que espera concretar todos los detalles del acuerdo este mes para “que la nación reciba, en cierta parte, un apoyo de Bogotá en el sentido de mover recursos, aliviar un poco la carga que tiene en este momento y liberar espacio en recursos fiscales del presupuesto de este año y del próximo”. Un gana-gana que, en todo caso, debería replicarse en otros espacios.
Esta semana también se presentó en Bogotá el modelo a escala de los vagones del Regiotram de Occidente, que busca reducir a 45 minutos el viaje entre la Sabana Occidente y el centro de Bogotá. Esto pasa en medio de la incertidumbre por el Regiotram del Norte, otro de los proyectos que ha sido recibido con hostilidad en la Casa de Nariño. En la misma tónica que el alcalde de Bogotá, el gobernador de Cundinamarca, Jorge Rey, aprovechó la ocasión para pedir audiencia con el presidente. Si hay otra luz verde, este Gobierno Nacional habrá dejado una huella indeleble en la evolución de Bogotá. Pero eso requiere, nuevamente, ceder y buscar consensos, construir sobre lo construido, dejar a un lado el espejo retrovisor. Quienes viven en Bogotá están sedientos de ver los renders convertidos en obras que mejoren su calidad de vida, ¿qué tal si ese es un objetivo para este último año en la Casa de Nariño?
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com
Nota del director. Necesitamos lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.