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Justin Trudeau llegó a ser primer ministro de Canadá en 2015, pintándose como una versión incluso más progresista del liberalismo de Barack Obama en Estados Unidos, y buscó posicionarse globalmente como un ícono de la centro-izquierda feminista. Su optimismo sobre el futuro de su país y su presencia en los escenarios internacionales lo llevaron a tener un 70 % de popularidad. Sin embargo, ayer tuvo que anunciar que no seguirá en su puesto y su partido va encaminado a una derrota aplastante en las futuras elecciones. Hoy cuenta con 30 % de aprobación. ¿Qué ocurrió? Bueno, todo puede explicarse con Donald Trump.
Las carreras de Trudeau y Trump han estado más ligadas de lo que le gustaría al canadiense. Tiene sentido. El estadounidense llegó a la Presidencia de manera sorpresiva solo un año después de Trudeau, y desde entonces ambos buscaron posicionarse como visiones opuestas de cómo hacer política. El modelo canadiense del respeto, el debate de altura y el progresismo incluyente se encuentran en claro contraste con el ultraconservadurismo autoritario de Trump. Mientras Canadá abrió sus puertas a la migración, Estados Unidos puso a niños en jaulas y prohibió la entrada de varios países con mayoría de personas musulmanes. No obstante, 2025 arranca con Trump en vísperas de volver triunfante a la Casa Blanca, mientras que Trudeau sale por la puerta trasera.
A nivel de políticas públicas, la historia de Trudeau es muy similar a otras democracias liberales que tuvieron que hacer gobiernos pospandemia. Logró reducir la inflación del 8 al 2 %, mientras que las cifras macroeconómicas muestran que Canadá está en buenas manos. Aunque la tasa de desempleo sigue alta, los precios de las viviendas en las ciudades principales son impagables y ha crecido el descontento con la ola migratoria, porque los canadienses consideran que eso ha llevado a desmejorar los servicios de salud. ¿Suena conocida esa historia?
Trump hizo su parte para tumbar a Trudeau. Desde su victoria anunció que impondría aranceles del 25 % a todos los bienes canadienses. En la práctica, The New York Times encontró que eso devastaría la economía de ese país. En sus redes sociales, el presidente electo estadounidense se refiere a Canadá como el “estado 51” de los Estados Unidos y no le dice primer ministro a Trudeau, sino gobernador.
En noviembre, Chrystia Freeland, ministra de Finanzas que estaba a cargo de las reuniones con Trump sobre los aranceles, renunció sorpresivamente. Dijo que Trudeau estaba incurriendo en “trucos políticos costosos”, pues propuso enviar dinero directo a los ciudadanos para contrarrestar el temor por la presidencia de Trump. Ahí ya era claro que mantener el puesto de primer ministro era insostenible.
El Parlamento está suspendido hasta marzo, mientras el partido de Trudeau elige a un sucesor. Después, seguramente, vendrán elecciones. Tiene el liderato por más de 20 puntos en las encuestas el líder del Partido Conservador, Pierre Poilievre. Se trata de un político que usa las redes sociales con agresividad, rechaza la migración y promete, sin planes claros, reducir los impuestos y mejorar la economía. Que eso suene tan familiar no es coincidencia. Canadá está en riesgo de sucumbir a la influencia trumpista.
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