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La izquierda se consolida, la democracia respira

El Espectador

28 de octubre de 2025 - 12:00 a. m.
Se trata de un buen síntoma para nuestras instituciones que haya participación activa en política de una izquierda que históricamente ha sido silenciada, perseguida y excluida.
Foto: Óscar Pérez

Los resultados de la consulta del Polo Democrático (que en realidad buscaba representar a la alianza amplia del Pacto Histórico) son una buena noticia para la democracia colombiana. En un país acostumbrado al abstencionismo mayoritario y a que los partidos políticos empleen mecanismos opacos para seleccionar a sus candidatos a la Presidencia y al Congreso, una consulta lejos de los momentos electorales claves consiguió movilizar a más de 2.700.000 personas. Más allá de todos los intereses en juego y las múltiples interpretaciones que se puedan hacer, se trata de un buen síntoma para nuestras instituciones que haya participación en política de una izquierda que históricamente ha sido silenciada, perseguida y excluida. El lunar ha sido la descarada intervención en política del presidente de la República, Gustavo Petro, sin respetar las normas de la nación.

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Todo estaba en contra de esta consulta. Para empezar, el conflicto con el Consejo Nacional Electoral (CNE) y la confusión en torno a quiénes se iban a poder presentar amenazó con tirar todo por la borda. La lentitud del CNE, la ligereza del oficialismo para denunciar supuestos golpes de Estado cuando le exigen cumplir las normas y la renuncia tardía de Daniel Quintero sembraron incertidumbre en las personas. A eso se sumaba que se trataba de una consulta “fría”, es decir, celebrada lejos de una jornada electoral en un país donde las personas no tienen la costumbre de salir a votar. Las predicciones invitaban a pensar en una votación reducida y en el debilitamiento del proyecto político de la izquierda colombiana.

Sin embargo, los resultados son indiscutibles. Cometen un error quienes comparan la votación de esta consulta con los votos que recibió la consulta que incluía a Gustavo Petro hace cuatro años. En aquel entonces la votación se hizo en el marco de las elecciones al Congreso, en “caliente”, con el país entero pendiente de lo que iba a ocurrir. Una comparación más apta sería, por ejemplo, la consulta presidencial del Partido Liberal hace ocho años, que no alcanzó a movilizar el millón de personas, o incluso si nos vamos mucho más atrás, la consulta entre Carlos Gaviria y Gustavo Petro, que no llegó al medio millón de votos. Si bien la definición de las listas de Congreso, donde emergieron caciques políticos y famosos influenciadores de redes sociales, pudieron dar un impulso especial, estos casi tres millones de votantes del Pacto demuestran una fuerza política activa, interesada en lo que ocurre con el país y dispuesta a manifestarse. Todas las demás fuerzas políticas deberían tomar nota de lo ocurrido, lejos de los apasionamientos.

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Eso no significa, tampoco, que el proyecto del presidente Petro haya sido reelegido o recibido carta blanca para todo lo que está haciendo el Gobierno. Es más bien la consolidación de un sector determinante, mas no mayoritario, del electorado, que confía en la propuesta que múltiples partidos progresistas han planteado. Después de años en los que la izquierda política estaba condenada a bajas votaciones, estigmatizada además por la guerrilla armada y violenta, ha llegado un éxito del proceso de paz y de décadas de trabajo institucional juicioso de múltiples líderes políticos.

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Por eso queda tan mal el presidente Petro aprovechando cualquier oportunidad para intervenir en el proceso electoral. La izquierda no nace ni muere con él; en cambio, el “Gobierno del cambio” sí tiene la responsabilidad moral y legal de cumplir las normas para garantizar una democracia en igualdad de condiciones.

Dicho lo anterior, que más colombianos salgan a votar y a participar de nuestras elecciones es algo para celebrar. En un país donde la violencia ha sido protagonista, es un alivio ver cómo los votos y los debates electorales tienen el poder de desplazar las vías de hecho. Después de tanto sufrimiento, nuestra democracia muestra señales de solidez y madurez.

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