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En solo dos años, la junta directiva de Ecopetrol cambió a ocho de sus nueve miembros. Eso permitió que el gobierno de Gustavo Petro lograra influenciar para tener una mayoría cómoda en las decisiones de la empresa. Como el principal accionista, el Estado tiene derecho a hacerlo: exageran quienes ven en los nombramientos necesariamente un salto a las normas. Lo que no puede ocurrir, y esto es lo más importante que necesitan recordar las personas nombradas recientemente, es que la ideología entorpezca el futuro próximo de la principal empresa nacional, mucho menos en vista de la guerra comercial que desató Estados Unidos y las perspectivas de una recesión mundial.
La relación de la administración de Gustavo Petro con Ecopetrol ha estado llena de choques. Cuando el ministro de Hacienda seguía siendo José Antonio Ocampo, el presidente se sintió desautorizado en el nombramiento de algunos miembros de la junta. Con la salida de este y del ala liberal del gabinete, el objetivo del mandatario siempre ha sido convertir la empresa en una herramienta para el tránsito a energías renovables. Ricardo Roa, quien fue su gerente de campaña y tiene investigaciones encima por su manejo de las finanzas durante la época electoral, ha sido un presidente aliado de la Casa de Nariño. Incluso así, terminó regañado y expuesto en aquel primer consejo de ministros televisado por no cumplir las órdenes del mandatario. El mensaje ha sido que Ecopetrol necesita conservar sus ingresos actuales, pero llevar a cabo una transformación lejos de la extracción contaminante.
El problema es que esa postura, propicia para los discursos rimbombantes, no ha sido consciente de las necesidades de la empresa. Mientras Colombia sigue dando pasos aletargados hacia la transición energética, el mundo sigue ligado a los combustibles fósiles y Ecopetrol ha sido golpeada por tanta incertidumbre. La peor señal llegó el año pasado, cuando, con intervención del presidente Petro, se echó para atrás una compra aprobada por la junta directiva. Luis Alberto Zuleta y Juan José Echavarría renunciaron en clara protesta, y sus preocupaciones no fueron escuchadas.
Hoy tenemos, entonces, a Ecopetrol en una crisis de identidad. Sus ingresos siguen siendo dependientes de la extracción de hidrocarburos, pero desde la Casa de Nariño hay órdenes vagas de llevar a cabo una transformación estructural a la carrera. El problema es que Colombia, por supuesto, no está ni cerca de lograr sustituir los ingresos que la empresa le deja a la nación. Eso tiene que entrar en diálogo con las justas preocupaciones por la emergencia climática.
¿Cuál es el rol, entonces, de los miembros de la junta? Nos parece claro que lo más importante es llevar a cabo un trabajo técnico que garantice la sostenibilidad presente y futura de Ecopetrol. No pueden seguir ocurriendo situaciones como la del año pasado, con decisiones tomadas con criterio político a último momento. La conversación con Presidencia debe ser de respeto, por supuesto, y de reconocer que el Estado es el mayor accionista, pero también que Ecopetrol es una empresa que necesita tomar decisiones inteligentes en medio de un mercado cada vez más difícil. Menos discursos y más reflexiones pragmáticas. ¿Estarán a la altura?
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