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Una de las principales noticias políticas de la semana pasada que se vio opacada por la oleada de violencia fue la nulidad de la elección de Jaime Andrés Beltrán, alcalde de Bucaramanga. El mandatario de la capital de Santander —una ciudad que ha cobrado relevancia nacional no solo por su importancia económica, sino porque le sirvió de trampolín político a la candidatura presidencial de Rodolfo Hernández— fue destituido en segunda instancia por el Consejo de Estado por doble militancia. Es decir, por incumplir una de las normas más básicas y esenciales de nuestro esquema electoral. Sin embargo, y por eso nos vemos en la obligación de escribir este editorial, la respuesta de Beltrán ha sido deslegitimar la justicia, sembrar teorías de conspiración y seguir la temible estrategia de atacar la institucionalidad para salvar su pellejo.
Si uno escucha a Beltrán, acaba de ocurrir un golpe de Estado de alto nivel orquestado desde la Casa de Nariño. En respuesta a la decisión, dijo que es una muestra más de “lo que ha venido pasando últimamente con todos los líderes de derecha que se han enfrentado, no solamente al presidente, sino a todo este sistema que quiere callar”. En una larga publicación en su cuenta de X, dijo que “no les conviene tener una figura política como Jaime Andrés... Hoy más que nunca entiendo que los que recopilaron mentiras y crearon falsos demandantes para anular nuestra elección tienen miedo de lo que puede lograr nuestra visión de país”. Si eso nos trae los ecos de tantos otros líderes políticos que se autoproclaman perseguidos judiciales y mártires es porque es exactamente la misma estrategia populista. No en vano, uno de los principales referentes de Beltrán es el líder autoritario de El Salvador, Nayib Bukele.
Pero hay un problema: Beltrán está mintiendo. La pregunta formulada a la justicia era sencilla: ¿el alcalde apoyó públicamente a candidatos de otros partidos, a pesar de que no podía hacerlo por nuestra ley electoral? Tanto el Tribunal Administrativo de Santander como el Consejo de Estado llegaron a la misma conclusión y es que, en efecto, Beltrán incumplió las normas. Por eso, en palabras del Consejo de Estado, “el demandado incurrió en la prohibición de doble militancia en la modalidad de apoyo, toda vez que, pese a que la colectividad política que avaló su candidatura a la referida alcaldía había inscrito candidatos al Concejo de ese municipio, el señor Beltrán Martínez desplegó actos inequívocos de respaldo respecto de aspirantes de otras agrupaciones a dicha corporación”.
No se trata de una conspiración, hay varios videos. En uno, por ejemplo, habla de Edison López, aspirante al Concejo por el Centro Democrático. “Recuerde cuando vaya al tarjetón a todos los que creen en la seguridad y recuperación de valores y principios, aquí hay un gran líder, él es Edinson, es muy fácil votar por él, solo es votar Centro Democrático, número dos”. En otro video, donde aparece junto a Vilma Cadena, candidata al Concejo por el Partido de la U, dice: “Estamos aquí con la esperanza. No solo vamos a tener a alcalde, sino también concejal”.
Es evidente que Beltrán rompió las normas y por eso se decretó su nulidad. Irrespetar a los jueces de la República y las normativas electorales diciendo que se trata de un golpe político enviado desde la Presidencia muestra su desdén por la democracia y la división de poderes. Al igual que Bukele, parece que el ahora exmandatario de Bucaramanga cree que la ley no se les debe aplicar a todos por igual. Eso es un pésimo referente para un líder que quiere tener impacto nacional.
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