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El lunes se llevó a cabo, en el marco de la Asamblea General de la ONU, una conferencia especial sobre la situación de Palestina que busca frenar la barbarie y promover la solución de los dos Estados. Once países, entre ellos Francia, Reino Unido, Canadá, Australia, Bélgica y Portugal, reconocieron oficialmente a Palestina, a pesar de la oposición de Israel y los Estados Unidos. Se espera que Finlandia y Nueva Zelanda lo hagan pronto. El efecto práctico no es, por ahora, el de la creación efectiva de Palestina, pero en lo político es un empuje acelerado y sin precedentes que expresa un sentido de urgencia.
El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, reiteró ante la Asamblea General la necesidad de que los “dos Estados independientes, soberanos y democráticos —Israel y Palestina— convivan en paz y seguridad dentro de sus fronteras seguras y reconocidas, basadas en las líneas anteriores a 1967, con Jerusalén como capital de ambos Estados”. Esta es la única alternativa viable, atendiendo a las normas del derecho internacional, para terminar esta “situación moral, jurídica y políticamente intolerable”. Tiene toda la razón. Por el contrario, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, dijo hace un par de días que “no habrá ningún Estado palestino al oeste del río Jordán”, a lo que se suma el aumento de asentamientos en Cisjordania.
Aunque el hecho del reconocimiento no garantiza por sí mismo la creación física del Estado de Palestina, sí significa un avance importante en la causa de sumar voluntades a este esfuerzo común. Para su ingreso como miembro de la ONU debe contar con el apoyo de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, y Estados Unidos se niega a hacerlo. El presidente Donald Trump, en su discurso ante la Asamblea General ayer, criticó fuertemente a la ONU y a los países europeos que han reconocido a Palestina. Israel, por su parte, ha dicho que ese reconocimiento es un premio a Hamás.
El líder para el reconocimiento de Palestina y la finalización inmediata de la guerra ha sido el presidente de Francia, Emmanuel Macron. Ha dicho que se debe rescatar a la población civil y promover “un cese al fuego inmediato, la liberación de todos los rehenes y una enorme asistencia humanitaria”, garantizando la “desmilitarización de Hamás y afianzar la seguridad y reconstrucción de Gaza”, lo que permitiría “construir el Estado de Palestina, asegurar su viabilidad, y garantizar que, al aceptar la desmilitarización y el completo reconocimiento de Israel, contribuirá a la seguridad de todo Medio Oriente. No hay alternativa”. Es el camino.
El atentado terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023, que dejó cerca de 1.250 israelíes asesinados, desencadenó la desproporcionada respuesta de Israel, que arroja como trágico saldo más de 65.000 muertos, cerca de la mitad mujeres y niños. Los intentos por lograr un cese al fuego han fracasado por la reticencia de Netanyahu. El primer ministro sabe bien que, de caer su gobierno, enfrentará la cárcel por corrupción, su responsabilidad por no haber previsto los hechos del 7 de octubre, así como los caos que tiene ante la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional por delitos de lesa humanidad, crímenes de guerra y la posible comisión de genocidio.
La presión internacional sobre Israel debe conducir a un pronto cese al fuego, la creación del Estado palestino, la liberación de los rehenes y la entrega de las armas por parte de Hamás, para que sea la Autoridad Nacional Palestina la que gobierne legítimamente su país. Puede parecer algo lejano, pero es una necesidad inaplazable.
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