La reducción de la inflación a un nivel inferior al 5 % marca, sin duda, un momento trascendental. En marzo de 2023 estábamos en un 13,34 % y desde entonces reducir el costo de vida ha sido una tarea ardua, de muchas confrontaciones políticas y también de incertidumbre ante la política fiscal nacional e internacional. En comparación con mayo pasado, cuando la inflación estuvo en 5,05 %, bajamos un 0,23 % para quedar en 4,82 %. Tal vez para entender la magnitud es más útil pensar en como estábamos en junio del año pasado: 7,18 %. Es, a todas luces, un gran éxito. Y sin embargo, no es momento de triunfalismos eufóricos e irresponsables.
Antes de entrar a reflexionar sobre la disputa política, vale la pena hacer un énfasis en la importancia de la inflación. Cuando los colombianos salimos de la pandemia, lo hicimos para gastar con desenfreno. El resultado fue terrible: se disparó el precio de los arriendos, de la comida, del transporte, de aquello que es esencial en el día a día de los colombianos. La tragedia de la inflación es que se trata de un empobrecimiento generalizado, de una pérdida de valor para el dinero que cada persona tiene y sobre todo de una frustración difícil de entender. No en vano, populistas en todo el mundo han montado gobiernos autoritarios impulsados por la frustración de que “todo está muy caro”. En medio de un mundo convulsionado, recuperándose de los daños de una pandemia que cobró miles de vidas, la inflación se siente como una condena. Por eso es tan fundamental luchar contra ella.
Todo esto para decir que el rol del Banco de la República ha sido esencial en este proceso. Sí, ha enfurecido al presidente Gustavo Petro, quien se siente obstaculizado por una conspiración en su contra desde la junta. Pero la realidad es que la autonomía del emisor permitió tener una política fiscal predecible y, mientras otros países han tenido procesos peligrosos, Colombia ha logrado controlar la inflación. Ha sido frustrante y demorado, por supuesto, pero es que no era tarea fácil. No podemos olvidar que nuestra economía sigue siendo pequeña y frágil, muy influenciable por los vaivenes de la geopolítica internacional.
Sabemos que esta no es la visión que comparten en la Casa de Nariño. Cuando se supo el dato de la inflación en junio, el presidente Petro salió a cobrar el triunfo y a presionar, una vez más, al Banco de la República. “Controlada la inflación en Colombia. Caída por debajo de 5 % anual. Quedamos en 4,8 % y el incremento de precios de este mes apenas es de 0,1 %. Si la junta directiva demora más la baja de la tasa de interés real, podemos caer en ‘estanflación’, caída de precios con estancamiento económico”, escribió en su cuenta de X. El Gobierno, en efecto, puede también celebrar que su manejo macroeconómico ha permitido regularizar la inflación, pero es apresurado creer que el reto está controlado.
Lo más probable es que en la próxima reunión del Banco haya una reducción de la tasa de interés, que hoy está en 9,25 %, pero que no sea tan veloz como lo espera el Gobierno. Ya sabemos lo que se dirá al respecto, con aspavientos y señalamientos conspirativos. Empero, que la inflación no esté disparada no significa que no siga muy alta y que las reducciones hayan sido débiles este año. Cualquier desajuste puede llevar a perder el terreno recorrido. Y eso sin hablar de la inestabilidad que produce el Gobierno de Estados Unidos en la economía global. Ante tanto caos, la mejor estrategia seguirá siendo la responsable prudencia.
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