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Senadores y Gobierno necesitan comprender el momento histórico e inclinarse por dar un debate maduro, ponderado y beneficioso para el país sobre la propuesta de reforma a la salud. La solución no es hundirla sin más, obteniendo una victoria política sobre la Casa de Nariño pero condenando el sistema a la incertidumbre por lo menos por dos años más. Tampoco la estrategia adecuada es la del amedrantamiento, la imposición y la amenaza con una constituyente, como sugirió el ministro del Interior, Armando Benedetti. Es tiempo de concertación, de concesiones y, ante todo, de reconocer que los colombianos necesitan respuestas ante una crisis que no hace más que empeorar.
Ayer empezó el debate de la reforma a la salud en la Comisión Séptima del Senado, donde tiene un pronóstico reservado. Hay sobre la mesa tres opciones. Alirio Barrera, senador del Centro Democrático, defendió la ponencia de archivo porque, según él y sus aliados, la propuesta de reforma “es una réplica de la reforma hundida por esta corporación”. Martha Peralta, senadora del Pacto Histórico y coordinadora ponente de la reforma del Gobierno, dijo que la postura de la oposición se construye sobre “suposiciones injustificadas, mentiras y falacias para generar miedo”, aseguró que sí hay un estudio técnico detrás de la propuesta y que “es imposible estatizar el sistema de salud”, pues “solo el 9 % de las IPS son públicas”. Mediando entre las dos posiciones está la ponencia alternativa liderada por las senadoras Norma Hurtado (U), Lorena Ríos (Colombia Justa y Libres) y Ana Paola Agudelo (MIRA), que ha sido rechazada por el Gobierno. Ante ese panorama de falta de diálogo, es probable que el proyecto se estanque.
Eso sería un error. No porque la reforma propuesta por el Gobierno sea la solución —no lo es, como lo hemos discutido en varias ocasiones en este espacio—. Lo sería, sin embargo, porque cada vez más son las noticias acumuladas sobre la crisis en el sistema de salud: desde la falta de recursos en las EPS y las facturas por pagar en las IPS hasta las quejas de los usuarios. Aquí una vez más pedimos algo de reflexión a la Casa de Nariño, pues su intervención estatal no ha sido efectiva. El desastre de la Nueva EPS demuestra que la confianza en lo público de su propuesta de reforma tiene serios problemas. En la audiencia de ayer, Juan Pablo Rueda Sánchez, presidente de EPS Sanitas, dijo que por “la insuficiencia de la UPC, la EPS Sanitas venía dando resultados negativos, pero durante estos 17 meses eso se aceleró cuatro veces más”. Eso es una señal de alerta enorme, pero sabemos que viene de una voz poco apreciada en la Casa de Nariño.
El ministro del Interior, Armando Benedetti, mantuvo su postura combativa. Dijo que “otra vez queda claro que lo que se necesita es una reforma constituyente” y que la ponencia alternativa es inaceptable pues buscaría pagar las deudas de las EPS con el sistema “del dinero que ellas mismas se han robado”. Ese tipo de retórica no funciona, pues deja a un lado a los críticos de la propuesta que en todo caso sí buscan llegar a acuerdos para mejorar el sistema. La salud no puede convertirse en un discurso de campaña, pues la crisis requiere acciones urgentes. Eso implica concesiones y acuerdos. Es la última oportunidad que les queda al Congreso y al Gobierno Petro de sacar adelante un plan que beneficie a los colombianos: por favor, es tiempo de hablar.
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