
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La legislatura pasada nos dejó postales para no olvidar: una comisión del Congreso hundiendo la reforma laboral sin darle chance de ser discutida por el Senado en pleno, lo que a su vez desencadenó una campaña populista desde el Gobierno que terminó con estigmatizaciones a los opositores y la “jugadita” autoritaria de convocar una consulta popular sin autorización. Después de todo eso el país terminó aprobando una reforma laboral ambiciosa (aunque se queda muy corta en temas estructurales) y pudo subsanar, gracias a la ayuda de la Corte Constitucional, la reforma pensional. Ahora que empieza la última legislatura de este Congreso y de este Gobierno, ¿qué podemos rescatar y qué deberíamos dejar enterrado en el pasado? Se vale soñar en voz alta.
No nos engañemos: esta legislatura empieza con la mirada dividida, un ojo en el Capitolio y el otro en las calles. Los congresistas están en época electoral, pendientes de la reorganización que sin duda ocurrirá después de tantas tormentas. En la Casa de Nariño lo saben también, no solo por la larga experiencia del ministro de la política y del presidente en ese tipo de campañas, sino porque la Presidencia igual se encuentra en búsqueda de votos para que sus ideas se reelijan. En su peor versión, esto significa que nadie estará dispuesto a tener negociaciones que lleven a consensos si no hay de por medio un beneficio individual. El cálculo en el que no pueden caer los congresistas es la dinámica del “cómo voy yo”, porque se vienen discusiones que no son populares políticamente, pero sí necesarias. El Gobierno ya anunció que necesita una ley de financiamiento, y romper el déficit fiscal en efecto demuestra que urge una nueva reforma fiscal. Claudicar a esos debates por jugar a la política no debería ser una opción.
Es importante que los congresistas reflexionen. Escudados en los aspavientos de la Presidencia, de los que ya hablaremos, muchos congresistas aprovecharon para hacer una oposición rastrera, manipuladora y que dejó mucho que desear. Desde el presidente del Senado, que hoy termina su mandato apurando la votación para la consulta y luego celebrando como si hubiese obtenido un gran éxito para el país, pasando por los partidos que solo negocian a partir de la repartición de puestos. Las iniciativas parlamentarias han sido las grandes ausentes en estos años. ¿Cuál es la voz del Legislativo? ¿Cuál es su visión de país? Deben recordar que estamos en elecciones, que los colombianos están hoy más conectados con los procesos políticos y que eso puede traer, ojalá, una renovación desde las urnas. Cada congresista tiene que justificar su permanencia con acciones, no solo con una oposición terca y dañina.
Lo mismo aplica para la Casa de Nariño. Aunque el presidente Petro ha convertido en arte el acto de dispararse en el pie, la pasada legislatura demostró que no está tan solo en el Congreso, como ha dicho estarlo. La aprobación expedita de la corrección en la reforma pensional, así como el éxito de la reforma laboral, muestran la capacidad de movilización que tiene. Ahora que vienen discusiones complejas y necesarias, como la reforma a la salud y la mencionada ley de financiamiento, qué inspirador sería ver a un Gobierno capaz de convencer con argumentos y trabajando con los congresistas que no se oponen de tajo a todo lo propuesto y solo piden construir consensos, que son posibles, como ya se demostró. Eso, en año electoral, mostraría un cambio verdadero en la política colombiana. Lo dicho: se vale soñar.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com
Nota del director. Necesitamos lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.