El presidente de la República, Gustavo Petro, volvió a un tema en el que tiene la razón: es momento de legalizar la marihuana. No tiene sentido que Colombia siga dando un debate que se ha saldado en otros países con resultados positivos para las finanzas públicas, para los emprendimientos privados, para el manejo más humano de las adicciones y para la protección de las libertades individuales. El problema es que, tan pronto el mandatario lanzó su publicación en la red social X, los miembros de la oposición salieron a repetir sus posturas anacrónicas, anticientíficas y francamente frustrantes.
“Le solicito al Congreso de Colombia legalizar la marihuana y sacar este cultivo de la violencia. La prohibición de la marihuana en Colombia solo trae violencia”, escribió el presidente de la República. Luego enlazó su argumento más amplio: “El empoderamiento de las organizaciones mafiosas muestra el fracaso de la prohibición y de la ausencia de medidas alternativas a la simple prohibición”. Tiene razón. Nadie puede ver las décadas de “guerra contra las drogas” y creer que el prohibicionismo ha servido a los propósitos. Hoy seguimos contando muertos y viendo el crecimiento de los grupos criminales financiados por el narcotráfico. Uno de los principales obstáculos para la paz de Colombia es que las organizaciones criminales tienen una infinita fuente de recursos en todo el proceso de la producción y exportación de drogas ilegales.
Ahora, hay que dimensionar los términos del debate. La prohibición no es una solución mágica. Paloma Valencia, senadora del Centro Democrático, dijo que “el primer argumento es que si se legaliza el comercio, entonces van a desaparecer los mercados ilegales y (la realidad es) todo lo contrario”. Hernán Cadavid, representante del mismo partido, fue por la misma línea: “No se puede seguir diciendo que simplemente la legalización resuelve los aspectos de orden público”. En ambos puntos tienen razón. La legalización no elimina el mercado ilegal, menos cuando la principal fuente de ingresos es la cocaína, que está lejos de ser regulada, y tampoco vamos a tener una mejoría automática sólo por cambiar de rumbo.
Sin embargo, donde se equivocan Valencia, Cadavid y tantos otros opositores es en negarse a la legalización sólo por no ser una solución mágica. Lo vemos de la siguiente manera: sí, no es una medida suficiente, pero sí es una herramienta necesaria para modificar como luchamos contra el narcotráfico.
También se debe abandonar la apelación al terror con argumentos engañosos. Julio Cesar Triana, representante de Cambio Radical, argumenta que la legalización “es un acto de irresponsabilidad porque, a diferencia de los países donde dicha legalización se ha dado, en Colombia no contamos con un sistema de salud fuerte”. Con variaciones de ese argumento llevan décadas torpedeando la regulación más digna. Es casi que una caricatura esta postura: como Colombia no es un país perfecto, entonces no podemos lidiar con un mercado regulado. Empero, la experiencia en otros países muestra que el consumo legal no va de la mano con aumentos desmedidos y que, así como se limita el alcohol y los cigarrillos a los niños y niñas, también se puede hacer con la marihuana. Si los congresistas quieren soluciones complejas al problema del narcotráfico, podemos empezar superando el debate de la legalización. Llevamos muchos años en vísperas de dar un paso que tuvo que ocurrir hace mucho tiempo.
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