El triunfo del conservador demócrata-cristiano Friedrich Merz (CDU) en las elecciones del domingo en Alemania le permitirá la casi segura formación de un gobierno de coalición con los socialdemócratas (SPD), grandes perdedores de los comicios. De esta manera los dos partidos tradicionales vuelven a manejar los destinos de un país que enfrenta una situación compleja en el ámbito económico y crítica en materia de seguridad, en especial por migrantes solicitantes de asilo que se han visto involucrados en casos de graves delitos. Esto explica el muy preocupante ascenso de la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD), que duplicó el número de votos y obtiene así un resultado que los posiciona como el segundo partido y la principal fuerza de oposición.
Los resultados ratifican el ascenso creciente de partidos populistas, autoritarios, extremistas, xenófobos, nacionalistas, homófobos y antisemitas en el viejo continente. Por fortuna, Merz ratificó que no estaba dispuesto a trabajar con la AfD porque “tiene a radicales de derechas y criminales en sus filas, un partido que coquetea con Rusia y que quiere salir de la OTAN y de la Unión Europea”. Esta posición sensata le permitiría conformar un gobierno de coalición con los socialdemócratas, que sufrieron la peor derrota tras alcanzar un 16,4 % a pesar de estar actualmente en el poder.
Merz tendrá grandes retos. Entre ellos el de revitalizar la economía mediante la flexibilización que le impone la constitución a la deuda, un obstáculo para las inversiones. De igual manera, deberá consensuar con sus compañeros de gobierno, en caso de que sean solo los socialdemócratas, el manejo de la situación de los migrantes, las personas que solicitan asilo y los graves problemas de seguridad en los cuales se han visto involucrados en los últimos meses. El SPD podría llevarlo a posiciones menos drásticas en materia social y ambiental. Merz mantiene una vieja enemistad política con la excanciller Angela Merkel, lo que hace presumir que tratará de revertir su legado hasta donde le sea posible.
Con respecto a la relación con Estados Unidos también habrá cambios evidentes. “Mi prioridad absoluta es reforzar Europa tan rápido como sea posible para que, paso a paso, alcancemos la independencia de Estados Unidos”, dijo el próximo canciller. Así respondió a la forma en que Donald Trump ha manejado su relación con el viejo continente. Tiene sentido. También manifestó que los europeos tienen que pensar si “todavía podrá hablarse de OTAN en su configuración actual (o si) habrá que crear más rápido capacidades de defensa autónomas”. No se puede olvidar que, durante la campaña, tanto Elon Musk como el vicepresidente J. D. Vance expresaron su abierto apoyo a la líder de AfD, Alice Weidel. Es comprensible que Alemania quiera marcar distancia con velocidad.
La historia más preocupante radica en que Alemania ya no es inmune a los extremismos. Lamentable en un país que juró en muchas ocasiones un “nunca más”. Para acabar con la inestabilidad en el país, Merz debe lograr un pronto acuerdo con quienes vayan a ser sus compañeros de gobierno. Se cree que en mes y medio podría asumir como nuevo canciller y emprender de esta manera las tareas necesarias que logren, entre otras cosas, neutralizar el peligroso avance de la ultraderecha. De la estabilidad y el buen desempeño del nuevo gobierno no solo va a depender el futuro de Alemania, sino el de Europa.
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