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La entrevista de Otty Patiño, consejero comisionado de paz, con El Espectador muestra de la manera más clara y aterrizada cuáles son las ambiciones del Gobierno nacional con sus procesos de paz en el último año que les queda. Lejos de la rimbombancia con la que el presidente de la República, Gustavo Petro, suele referirse al tema, y también de la hostilidad del ministro de Justicia, Eduardo Montealegre, el comisionado reconoce que el pragmatismo tiene que orientar los últimos esfuerzos de esta administración. Al hacerlo, da una pista de cómo la “paz total” sí puede convertirse en un legado viable para Colombia: la territorialización de por lo menos diez procesos en curso. Por supuesto, son muchas las incógnitas, pero muestra la tan buscada estrategia en una política de paz que ha sido, cuando menos, opaca.
Cuando El Espectador le preguntó a Patiño por la expectativa para este último año, el comisionado respondió con una palabra: irreversibles. “Yo creo que el principal logro es generar procesos irreversibles”, dijo, “de tal manera que en lo que avancemos, en todos los diez procesos que estamos desarrollando, el gobierno que llegue, sea cual fuere, cualquiera fuera la orientación política o las razones ideológicas, siga adelante porque están fundamentados en el bienestar de la gente en esos territorios críticos”. Como idea, suena necesario. También es un aprendizaje de lo que ocurrió con los acuerdos de paz del 2016, que no fueron apoyados de manera debida durante la administración de Iván Duque. La pregunta, en todo caso, es cómo lograr eso en un país que rompe procesos cada cuatro años y más sabiendo que las predicciones electorales del año entrante no son necesariamente buenas para el interés de diálogo. Colombia está cansada de la violencia y la inseguridad, así como de grupos que han desaprovechado la mano abierta del gobierno Petro.
En respuesta, Patiño habla de las “Zonas de Ubicación Temporal, que son unas zonas donde se construyeron unos puestos de mando unificado donde concurren los armados y, desde luego, toda la institucionalidad, las víctimas, la gente que habita esos territorios para mirar desde allí cómo se puede transformar todo ese territorio”. Entonces, la apuesta para el año que viene es lograr que la mayor cantidad de procesos de paz terminen con los miembros de los grupos criminales en estas zonas y que además eso lleve la participación de la ciudadanía. En vez de esperar a un acuerdo final, la apuesta del gobierno Petro es empezar a implementar cambios desde la etapa de negociación. Si funciona, significa que se empieza a construir apoyo desde las comunidades; pero si sale mal llevará a más frustración.
Patiño cree que en los próximos meses habrá anuncios positivos; el presidente Petro, sin duda, considera que su legado depende de eso. Lo que está claro es que los acuerdos finales no se lograrán y que el próximo gobierno será clave. Por eso, el reto que debería convertirse en prioridad para la Casa de Nariño es dotar de legitimidad social estas apuestas por la paz, y no solo en las comunidades directamente afectadas, sino en el país entero. Que el optimismo del comisionado logre contagiarse en una ciudadanía fatigada por la violencia. No es tarea fácil, pero sí urgente.
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