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Edward Snowden tenía razón y debería recibir un indulto, así como el reconocimiento por ser un valiente defensor de las libertades individuales no solo de los estadounidenses, sino del mundo entero. Ya sabíamos que sus revelaciones de material clasificado eran de interés público, pues dieron cuenta de una red de espionaje ilegal dentro y fuera de Estados Unidos como nunca antes. Además, en los años posteriores, las advertencias de Snowden sobre la erosión de nuestras libertades digitales y del derecho a la privacidad se han hecho realidad. El mundo moderno, plagado de odios y populismos fomentados por algoritmos poco transparentes, así como la recolección indiscriminada de datos, son el resultado que el analista de seguridad quería que evitáramos.
Sin embargo, la historia ha sido cruel con Snowden. Desde 2013 se ha tenido que refugiar en Rusia, un país con sus propios problemas de autoritarismo y espionaje. Snowden está contra la espada y la pared: se le nota incómodo estando bajo la protección de alguien como Vladimir Putin, pero en Estados Unidos han prometido juzgarlo con la mayor severidad posible. Entonces, es un peón en el juego geopolítico. Mientras tanto, tal vez lo más frustrante para su legado ha sido ver cómo a la mayoría de las personas en este mundo digitalizado no les interesa la importancia de la privacidad.
La primera información filtrada por Snowden causó revuelo: la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por su sigla en inglés) de Estados Unidos había elaborado, de manera inconstitucional, una red de información para espiar a millones de estadounidenses dentro de su país. Ahora, siete años después, la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito de Estados Unidos le dio la razón. Según reporta Reuters, los magistrados encontraron que las actuaciones de la NSA violaron la Ley de Vigilancia e Inteligencia Extranjera. También hallaron probado que la Agencia había hecho una lista de los registros de celular de millones de personas: con quién hablaban, cuándo y por cuánto tiempo. Todo esto sin ninguna orden judicial mediante.
“Nunca imaginé que iba a vivir para ver a nuestras cortes fallar que las actividades de la NSA eran ilegales”, dijo Snowden, quien celebró que lo hayan citado como la fuente de esos hallazgos. No se trata de una victoria menor. Desde la administración de Barack Obama, y luego con Donald Trump, los oficiales de la NSA, el Pentágono y la Casa Blanca mintieron. En un principio intentaron desacreditar la información, luego negar que se estaba haciendo algo ilegal y, finalmente, viéndose derrotados, adoptaron la estrategia de desprestigiar a Snowden. Lo han tildado, oficialmente, de ser un traidor.
Pero no es un traidor quien, al observar crímenes de Estado, decide prender las alarmas y exigir que se respete la Constitución. Sí, hubo violación de secretos confidenciales, pero, parafraseando el lema del Washington Post, “la democracia muere en la oscuridad”. Los agentes oficiales no deben temer a que el público los vigile. Lo que hizo Snowden fue traer luz a hechos gravísimos.
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