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El acusado y su corte

El pasado jueves, ante la Comisión de Acusación, Álvaro Uribe Vélez habló cuatro horas seguidas. Sin receso, sin respiros, sin casi levantar un vaso de agua para refrescarse.

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El Espectador
21 de agosto de 2011 - 11:00 p. m.
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El expresidente fue a hablar de su gobierno, revivir los discursos que hacía cada semana y defender todos los actos que emprendió cuando era mandatario. ¿Habló algo de las “chuzadas”, motivo de la citación? Sí, no hay que negarlo. Pero, al parecer, antes que aclarar el panorama, lo que hizo fue confundir más y levantar muchas otras preguntas de las famosas interceptaciones ilegales que, durante su gobierno, se hicieron contra sectores de la oposición, la justicia y el periodismo.

Dentro de la gran doctrina de la “seguridad democrática” cabe todo. Es por eso que Uribe sí se refirió al tema: dijo que su gobierno se encargó de reducir los homicidios contra periodistas, antes amordazados por el terrorismo; sacó la cara por todos los directores del DAS, según él, personas de altas calidades profesionales (Jorge Noguera, Andrés Peñate, María del Pilar Hurtado y Felipe Muñoz); dijo que durante su mandato se encargó de proteger a la oposición y de fortalecer a la justicia a través de cuantiosas sumas concedidas para las reformas de la rama, y finalmente, se proclamó como una víctima más de las interceptaciones telefónicas.

Los medios hemos rescatado muchas cosas de la audiencia. Cosas curiosas, por decir lo menos. Uribe hablando infatigablemente mientras el representante Iván Cepeda —representante de las víctimas— hacía muecas de contener la risa. O, también, el vergonzoso episodio del final, cuando Uribe, una vez terminado su monólogo, se paró y se fue. Esto desató la ira de la abogada de los hermanos Morris, quien se dirigió a la Comisión así: “ustedes son el hazmerreír de este país (…) los llaman ‘la Comisión de Absoluciones’”. Y por supuesto, la imagen del mismo expresidente diciéndole a uno de los abogados: “usted está muy bravo”, por el reclamo que le hacía de quedarse a contestar unos cuestionamientos que tenía hacia él.

De toda la audiencia de Uribe pueden sacarse varias preguntas: ¿por qué, si la justicia se vio fortalecida en su gobierno, se pidió el asilo político de María del Pilar Hurtado con el argumento contrario? ¿Cómo pudo haber una democracia fortalecida si la justicia, como lo repitió el acusado incansablemente, no operaba bien?

Preguntas obvias que surgen después de haber visto la audiencia. Pero las que verdaderamente importan, y por las cuales se citó a esta Comisión, quedaron en el aire. ¿No acusaban a Uribe de concierto para delinquir, abuso de poder e interceptación ilegal de telecomunicaciones? Pues no se sabe en dónde quedaron esas acusaciones, ni cómo, cuándo o dónde se “chuzó” a los opositores del gobierno pasado. La Corte Suprema de Justicia, uno de los tantos ultrajados, pasó a ser parte de un complot para hundir al expresidente y a su familia. El mismo Uribe se declaró víctima de las chuzadas por aquella llamada en la que insultaba airadamente a Luis Fernando Herrera, que días después se hizo pública.

Todo un enredo. Ante esto, la Comisión guardó silencio, no preguntó nada, ni hizo siquiera el intento de exigir a Uribe una explicación de lo afirmado por él. En últimas, antes que aclarar las cosas, la audiencia sirvió para complicarlas más: si el DAS, como dice Uribe, tenía sólo a directores ejemplares por los que pone la mano en el fuego, ¿quién hizo entonces las interceptaciones? Si él fue también víctima de esto, ¿a quién hay que hacer comparecer ante la justicia por el delito de interceptación ilegal de comunicaciones? Hoy más que nunca se desconoce el tema y su origen. Debería ser al revés. La responsabilidad no pesa sobre Uribe, como muchos parecen argüir, sino sobre la Comisión, que guardó silencio durante cuatro horas y no esclareció uno solo de los cargos que se levantan contra el expresidente. Ya hemos dicho en este espacio que la Comisión de Acusación es inoperante. Pero después de esto, muy a su pesar, parece que el apodo que le han puesto en burla a través de los medios y las redes sociales, se lo han reconfirmado a pulso limpio.

Por El Espectador

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