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No podemos terminar el año sin mencionar el creciente número de víctimas ocasionadas por la emergencia climática. Año tras año, la situación solo empeora y, aunque hay intentos internacionales por tomar medidas efectivas, la tendencia global parece invitar a la desazón. La mezcla de la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos con un rol cada vez menos razonable de China en cuanto al manejo de sus propias emisiones hacen que las esperanzas se desvanezcan. La falta de una financiación clara en las últimas cumbres climáticas parece mostrar que las naciones más ricas están esperando un milagro que los salve de los peores efectos de esta tragedia.
No hay manera de exagerar. La emergencia climática está aquí y ha cobrado vidas. World Weather Attribution (WWA) y Climate Central, dos organizaciones dedicadas al estudio del cambio climático, acaban de publicar un informe contundente sobre el año que termina. En 26 fenómenos metereológicos que estudiaron pudieron concluir que el cambio climático contribuyó a la muerte de al menos 3.700 personas. Otras millones de personas fueron desplazadas. Los efectos se sintieron especialmente en naciones pequeñas e insulares, lo que muestra la hipocresía de los Estados más ricos: a pesar de ser los principales contribuyentes al calentamiento, no son quienes sufren sus peores efectos. No parece haber voluntad de acompañamiento suficiente a los más necesitados.
Friederike Otto, del Imperial College de Londres y codirectora de la WWA, hizo un balance que es, francamente, terrorífico. “Las inundaciones en España, los huracanes en Estados Unidos, la sequía en la Amazonia y las inundaciones en toda África son solo algunos ejemplos”, dijo, para concluir: “Los efectos del calentamiento global provocado por los combustibles fósiles nunca han sido más claros ni más devastadores que en 2024 y han causado un sufrimiento implacable”. Sufrimiento que, debemos agregar, no es suficiente para que las sociedades del mundo espabilen. Vamos camino al desastre mientras no hay acciones urgentes que se tomen.
Este año fue el de las inundaciones. El informe también lo explica: cuando las temperaturas del planeta rompen récords, eso genera diluvios también históricos. “De las 16 inundaciones que estudiamos”, escriben los expertos, “15 fueron causadas por lluvias amplificadas por el cambio climático. Los resultados demuestran la física básica del cambio climático, pues una atmósfera más cálida almacena más humedad, lo que lleva a precipitaciones más pesadas”. No tenemos que ir muy lejos: en Colombia lo vimos, así como lo poco preparados que estamos para lo que viene.
No todas son malas noticias. Colombia fue también ejemplo de avance: tuvimos una reducción histórica en la deforestación, que debemos continuar. Cali le mostró al mundo cómo se puede hablar de biodiversidad con resultados tangibles. Empero, la conversación entre la economía sostenible y el uso de combustibles fósiles continúa. Si los mayores contaminantes no alteran su consumo ni apoyan con suficientes recursos, la lucha será cada vez más difícil. Cada año puede ser peor.
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